Un resumen de deseos, esperanzas, y fracasos

17 de diciembre de 1958: Terminé una larga novela que se llama Los premios y que espero leerán ustedes un día. Quiero escribir otra, más ambiciosa, que será, me temo, bastante ilegible; quiero decir que no será lo que suele entenderse por novela, sino una especie de resumen de muchos deseos, de muchas nociones, de muchas esperanzas y también, por qué no, de muchos fracasos. Pero todavía no veo con suficiente precisión el punto de ataque, el momento de arranque; siempre es lo más difícil, por lo menos para mí.

30 de mayo de 1960: Escribo mucho, pero revuelto. No sé lo que va a salir de una larga aventura a la que creo aludí en alguna otra carta. No es una novela, pero sí un relato muy largo que en definitiva terminará siendo la crónica de una locura. Lo he empezado por varias partes a la vez, y soy a la vez lector y autor de lo que va saliendo. Quiero decir que como a veces escribo episodios que vagamente corresponderán al final (cuando todo esto esté terminado, unas mil páginas más o menos), lo que escribo después y que corresponde al principio o al medio, modifican lo ya escrito, y entonces tengo que volver a escribir el final (o al revés, porque el final también altera el principio). La cosa es terriblemente complicada, porque me ocurre escribir dos veces un mismo episodio, en un caso con ciertos personajes, y en otro con personajes diferentes, o los mismos pero cambiados por circunstancias correspondientes a un tercer episodio. Pienso dejar los dos relatos de esos episodios, porque cada vez me convenzo más de que nada ocurre de una cierta manera, sino que cada cosa es a la vez muchísimas cosas. Esto, que cualquier buen novelista sabe, ha sido en general enfocado como lo hizo Wilkie Collins en The Moonstone, es decir, un mismo episodio “visto” por varios testigos, que lo van contando cada uno a su manera. Pero yo creo ir un poco más lejos, porque no cambio de testigo, sino que le hago repetir el episodio… y sale distinto. ¿No le ocurre a usted, al contar algo a un amigo, darse cuenta en el momento que las cosas eran diferentes de lo que creía? A mitad del relato, un golpe de timón desvía el barco. Lo justo, en ese caso, es presentar las dos versiones. Pero como el lector se aburriría si tuviera que leer dos veces seguidas un mismo relato, en el que los cambios serían siempre pocos con relación al total, he fabricado una serie de procedimientos más o menos astutos, que sería un poco largo contarle ahora. Baste decirle que el libro ocurre mitad en B.A. y mitad en París (creo tener ya bastante perspectiva de ambas como para hacerlo), pero que con frecuencia los episodios se cumplen en un “no man’s land” que la sensibilidad del lector deberá situar, si puede. En realidad me propongo empezar por el final, y mandar al lector a que busque en diferentes partes del libro, como en la guía del teléfono, mediante un sistema de remisiones que será la tortura del pobre imprentero… si semejante libro encuentra editor, cosa que dudo.

19 de agosto de 1960: Un día le pediré que lea lo que estoy haciendo ahora, y que es imposible de explicar por carta, aparte de que yo mismo no lo entiendo. Ignoro cómo y cuándo lo terminaré; hay cerca de cuatrocientas páginas, que abarcan pedazos del fin, del principio, y del medio del libro, pero que quizás desaparezcan frente a la presión de otras cuatrocientas o seiscientas que tendré que escribir entre este año y el que viene. El resultado será una especie de almanaque, no encuentro mejor palabra (a menos que “baúl de turco”…). Una narración hecha desde múltiples ángulos, con un lenguaje a veces tan brutal que a mí mismo me rechaza la relectura y dudo de que me atreva a mostrarlo a alguien, y otras veces tan puro, tan poco literario… Qué se yo lo que va a salir.

22 de mayo de 1961: Entretanto aproveché Viena [mayo de 1961] para terminar la primera versión de La Rayuela, y al volver de mis vacaciones la trabajaré a fondo para que esté lista, si es posible, a fin de año. (…) son unas 700 páginas.

14 de agosto de 1961: ¿La Rayuela? Pero si estoy apenas en la casilla tres, y a cada rato tiro la piedrita afuera. No habrá libro hasta fin de año, pero entonces sí se lo mandaré y veremos. (No me la imagino a la Sudamericana publicando eso. Se van a decepcionar horriblemente, este Cortázar que-iba-tan-bien…) Terminé la obra gruesa del libro, y lo estoy poniendo en orden, es decir que lo estoy desordenando de acuerdo con unas leyes especiales cuya eficacia se verá luego, cuando tenga el coraje de releer de un tirón las 600 páginas.

27 de septiembre de 1961: Last week I finished La Rayuela (Hopscotch, you know). It is, I humbly believe, a very beautiful thing.

15 de enero de 1962: Yo terminé una larguísima novela, de la que quizá algo te hablé, y ahora me la llevo para “trabajarla” en Buenos Aires a la hora en que los demás duermen la siesta.

15 de mayo de 1962: I almost finished Rayuela, that long novel I spoke you about many times. As it is a kind of infinite book (in the sense that you could go on and on, adding new parts until you die) I think it is better to sever myself brutally from it. So I shall read it once more and shall send the blasted thing to my publisher. If you care for my feeling about the book, I shall say with my usual modesty that it will be a kind of atomic bomb in the Latin America literary scene.

19 de mayo de 1962: En los 28 días de maravilloso mar azul, rematé Rayuela.

24 de julio de 1962: … estoy “habitado” por un nuevo libro del que sólo tengo una vaga idea y que, por consiguiente, me angustia y obsesiona mucho más que si ya estuviera definido y organizado.

Julio Cortázar. Cartas 1937-1963. Edición a cargo de Aurora Bernárdez. Biblioteca Cortázar. Alfaguara. Buenos Aires, 2000.

1 comentario:

Richard Blaine dijo...

Es increíble imaginar como cortazar pudo escribir la novela. No sabía en ese momento lo famosa que se haría...

Un saludo!