Rayuela, rizoma

Es agradable hablar como todo el mundo y decir el sol sale, cuando todos sabemos que es una manera de hablar. No llegar al punto de ya no decir yo, sino a ese punto en el que ya no tiene ninguna importancia decirlo o no decirlo.

Un libro no tiene objeto ni sujeto, está hecho de materias diversamente formadas, de fechas y de velocidades muy diferentes. Cuando se atribuye el libro a un sujeto, se está descuidando ese trabajo de las materias, y la exterioridad de sus relaciones. Se está fabricando un buen dios para movimientos geológicos. En un libro, como en cualquier otra cosa, hay líneas de articulación o de segmentaridad, estratos, territorialidades; pero también líneas de fuga, movimientos de desterritorialización y de desestratificación. Las velocidades comparadas de flujo según esas líneas generan fenómenos de retraso relativo, de viscosidad, o, al contrario, de precipitación y ruptura. Un libro es una multiplicidad.

No hay ninguna diferencia entre aquello de lo que un libro habla y cómo está hecho. Nunca hay que preguntar qué quiere decir un libro, significado o significante, en un libro no hay nada que comprender, tan sólo hay que preguntarse con qué funciona, en conexión con qué hace pasar o no intensidades, en qué multiplicidades introduce y metamorfosea la suya, con qué cuerpos sin órganos hace converger el suyo.

Lo múltiple hay que hacerlo, pero no añadiendo constantemente una dimensión superior, sino, al contrario, de la forma más simple, a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se dispone, siempre n-1 (sólo así, sustrayéndolo, lo Uno forma parte de lo múltiple). Sustraer lo único de la multiplicidad a construir: escribir a n-1. Este tipo de sistema podría denominarse rizoma.

… Construirás frases gramaticalmente correctas, dividirás cada enunciado en sintagma nominal y sintagma verbal (primera dicotomía…). A tales modos lingüísticos no se les reprochará que sean demasiado abstractos, sino al contrario, que no lo sean lo suficiente, que no sean capaces de alcanzar la máquina abstracta que efectúa la conexión de una lengua con contenidos semánticos y pragmáticos de los enunciados, con agenciamientos colectivos de enunciación, con toda una micropolítica del campo social. Un rizoma no cesaría de conectar eslabones semióticos, organizaciones de poder, circunstancias relacionadas con las artes, las ciencias, las luchas sociales.

El libro ideal sería, pues, aquel que lo distribuye todo en ese plan de exterioridad, en una sola página, en una misma playa: acontecimientos vividos, determinaciones históricas, conceptos pensados, individuos, grupos y formaciones sociales… una escritura de este tipo, un encadenamiento interrumpido de afectos, con velocidades variables, precipitaciones y transformaciones, siempre en relación con el afuera. Anillos abiertos. También sus textos se oponen, desde todos los puntos de vista, al libro clásico y romántico.

Frente a los cortes excesivamente significantes que separan las estructuras, un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según esta o aquella de sus líneas, y según otras.

Un rizoma no responde a ningún modelo estructural o generativo. Es ajeno a toda idea de eje genético, como también de estructura profunda… la unidad del producto está en otra dimensión, transformacional y subjetiva.

Una de las características fundamentales del rizoma es tener múltiples entradas, incluso se tendrá en cuenta que se puede entrar en él por el camino de los calcos o por la vía de los árboles-raíces…

El pensamiento no es arborescente, el cerebro no es una materia enraizada ni ramificada. La discontinuidad de las células, el papel de los axones, el funcionamiento de las sinapsis, la existencia de microfisuras sinápticas, el salto de cada mensaje por encima de esas fisuras, convierten el cerebro en una multiplicidad inmersa en su plan de consistencia o en su glia, todo un sistema aleatorio de probabilidades, incertain nervous system. Muchas personas tienen un árbol plantado en la cabeza, pero en realidad el cerebro es más una hierba que un árbol. El árbol o la raíz inspiran una triste imagen del pensamiento que no cesa de imitar lo múltiple a partir de una unidad superior, de centro o de segmento. Tanto para los enunciados como para los deseos, lo fundamental no es reducir el inconsciente, ni interpretarlo o hacerlo significar según un árbol. Lo fundamental es producir inconsciente, y con él, nuevos enunciados, otros deseos: el rizoma es precisamente esa producción de inconsciente.

Resulta curioso comprobar cómo el árbol ha dominado no sólo la realidad occidental, sino todo el pensamiento occidental, de la botánica a la biología, pasando por la anatomía, pero también la gnoseología, la teología, la ontología, toda la filosofía…: el principio-raíz, Grund, roots y fundations.

Resumamos los caracteres principales de un rizoma: a diferencia de los árboles o de sus raíces, el rizoma conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; el rizoma pone en juego regímenes de signos muy distintos e incluso estados de no-signos. El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo Múltiple. No es lo uno que deviene dos, ni tampoco que devendría directamente tres, cuatro o cinco, etc. No es un múltiplo que deriva de lo Uno, o al que lo Uno se añadiría (n+1). No está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes. No tiene ni principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Una multiplicidad de este tipo no varía sus dimensiones sin cambiar su propia naturaleza y metamorfosearse. Contrariamente a una estructura, que se define por un conjunto de puntos y de posiciones, de relaciones binarias entre estos puntos y de relaciones biunívocas entre esas posiciones, el rizoma sólo está hecho de líneas: líneas de segmentaridad, de estratificación, como dimensiones, pero también línea de fuga o de desterritorialización como dimensión máxima según la cual, siguiéndola, la multiplicidad se metamorfosea al cambiar de naturaleza. Pero no hay que confundir tales líneas, o lineamientos, con las filiaciones de tipo arborescente, que tan sólo son uniones localizables entre puntos y posiciones. Contrariamente al árbol, el rizoma no es objeto de reproducción. El rizoma es una antigenealogía, una memoria corta o Antimemorias. El rizoma procede por variación, expansión, conquista, captura, inyección. El rizoma está relacionado con un mapa que debe ser producido, construido, siempre desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas, con sus líneas de fuga. Contrariamente a los sistemas centrados de comunicación jerárquica y de uniones preestablecidas, el rizoma es un sistema acentrado, no jerárquico y no significante, definido únicamente por una circulación de estados. Lo que está en juego en el rizoma es una relación con la sexualidad, pero también con el animal, con el vegetal, con el mundo, con la política, con el libro, con todo lo natural y lo artificial, muy distinta de la relación arborescente.

Un rizoma está hecho de mesetas: región continua de intensidades, que vibra sobre sí misma, y que se desarrolla evitando cualquier orientación hacia un punto culminante o hacia un fin exterior. Por ejemplo, en la medida en que un libro está compuesto de capítulos, tiene sus puntos culminantes, sus puntos de terminación. ¿Qué ocurre, por el contrario, cuando un libro está compuesto de mesetas que comunican unas con otras a través de microfisuras, como ocurre en el cerebro? Nosotros hemos escrito este libro como un rizoma. Lo hemos compuesto de mesetas. Si le hemos dado una forma circular, sólo era en broma. Hemos tenido experiencias alucinatorias, hemos visto líneas, como columnas de hormiguitas, abandonar una meseta para dirigirse a otra. Hemos trazado círculos de convergencia. Cada meseta puede leerse por cualquier sitio, y ponerse en relación con cualquier otra. Para lograr lo múltiple se necesita un método que efectivamente lo haga; ninguna astucia tipográfica, ninguna habilidad léxica, combinación o creación de palabras, ninguna audacia sintáctica pueden sustituirlo. En efecto, a menudo, todo eso sólo son procedimientos miméticos destinados a diseminar o desmembrar una unidad que se mantiene en otra dimensión para un libro-imagen. Tecnonarcisismo.

Gilles Deleuze y Félix Guattari. Rizoma. 1976.

César Aira opina en la UIMP sobre Julio Cortázar


Hay escritores que se empeñan en demostrarnos que se puede ser un grandísimo escritor y a la vez, cuanto menos, un ser verdaderamente antipático.

Leo las declaraciones de César Aira sobre Julio Cortázar en la UIMP. No me toman por sorpresa, ya conocía su opinión. Ni siquiera en eso es Aira un tipo original, sólo dice lo que ya muchos años antes dijo Juan Benet, probablemente con más imparcialidad y menos saña.

A veces nos creemos con derecho a despotricar en público, a destruir más que a construir, sin darnos cuenta de que es inútil, no aporta nada. Me da pena la gente que tiene que estar continuamente destruyendo para oírse, para sentir que tiene voz.

Pienso que un acto de exquisita coherencia por su parte sería dejar de escribir, para que su ruido no nos distraiga del sonido de su gran maestro.

Me aburre y me resulta sospechoso que César Aira, que según sus propias ideas no sería más que otro segundón argentino, aproveche cualquier púlpito para hablar de Cortázar como si fuera el escritor a abatir, el escritor al que le merece la pena criticar.

En casos como éstos, yo asumo perfectamente que la crítica va más allá (o más acá) de lo literario, y yo, sobre ideas político sociales o frustraciones personales, simplemente no opino. Sigo hablando bien de la gente que me gusta, que me parece más divertido que hablar mal del resto.

Me quedo en el Kindergarden que Cortázar creó para todos; las Grandes Facultades de algunos simplemente me aburren, cuando no me dan asco.

Un resumen de Rayuela

A raiz de los resultados del contador que puse en el blog, me he decidido a escribir este post para los estudiantes que llegan aquí a través de Google buscando un resumen de Rayuela, sea para hacer un trabajo de clase, o por curiosidad lectora. Pero a pesar de mi intención de ayudarles, he de decirles que no sé si lo voy a lograr, puesto que sólo soy un lector y un copista, y porque no haré un resumen al uso. Creo que nada sería más insuficiente y más injusto con la obra y las intenciones de su autor que el típico resumen: “Rayuela cuenta la historia de Oliveira, un argentino que tal y cual…”, y además no pienso que ustedes estén buscando eso.

Y ya que hablamos de buscar, empezaré por decir que Rayuela es la novela de una búsqueda. La búsqueda de un hombre que cree que esta vida es una especie de error, que vamos por mal camino, que en algún momento nos perdimos de la vía que nos haría más fácil la felicidad o la autenticidad. Por esta razón, Rayuela a veces es un libro que nos sobrecoge y nos deja suspendidos en nuestro propio vértigo; una novela existencialista. 

A decir verdad, creo que la catalogamos como novela a falta de un término mejor. Porque Rayuela es una obra que se escribe con la libertad que otorga no estar comprometido con un género literario en particular, con unas reglas estrictas. Por eso es una obra de libertad formal. Es el libro de un hombre en lucha por su libertad.

No es poesía, pero es la obra de un poeta. Hay más poesía en Rayuela que en muchos libros de poesía. Y no estoy hablando del capítulo 7.

De un hombre a quien el lenguaje con que se escribía en su momento le resultaba insuficiente y falso, y que necesitaba contar de una manera distinta a como se hacía entonces. Por esta razón, Rayuela es un libro sobre la literatura, sobre la escritura, sobre el lenguaje y su valor para el ser humano, y dio mayoría de edad y mayor dimensión a una manera nueva de escribir en nuestro idioma.

De un hombre que sabe de la importancia del humor, y sabe que hay poco humor en la vida y en la literatura que se hacía en su tiempo y en su país, y que hay que usar el humor. Por eso Rayuela es muchas veces un libro humorístico, hasta hilarante en ocasiones, que se burla de casi todo, incluido su autor, y en el que no todo debe tomarse en serio –y sobre todo, no con esa seriedad que es otra forma de la rigidez–.

Un hombre que quería que sus lectores participaran en sus libros, que leyeran como un ejercicio voluntario y trabajado en el que el lector completa el sentido de la obra, lejos del papel pasivo que representamos, por ejemplo, ante la televisión o las novelas que nos lo cuentan absolutamente todo. Por esta razón existe Morelli, y Rayuela se lee de esa forma tan peculiar, y para muchos no tiene un desenlace claro.

Un hombre que vivió en dos magníficas ciudades en las que uno puede sentirse pequeño hasta la insignificancia y con los zapatos encharcados, o henchido y con los límites tendidos al infinito. Un libro del exilio, un libro para aquellos que mantienen una difícil relación con su país. A muchos lectores, Cortázar nos ha hecho sentir a París y Buenos Aires como lugares míticos que visitamos o soñamos una y otra vez, siguiendo un itinerario personal que aún no se encuentra en las guías de turismo.

Y en definitiva, porque no puede ser de otra manera, un hombre que ama. Por esta razón, Rayuela es una bellísima e intensa historia de amor. No un amor almibarado y de folletín, sino el amor inútil que es como un puente tendido de un solo lado, y el amor que es un rayo que nos atraviesa; el amor fértil del sexo, y el amor que muere y nos persigue ya siempre, estéril, como el fantasma de un fracaso.

Es un libro que muchos hemos leído una y otra vez y del que aún seguimos aprendiendo. Y es uno de esos libros que ha cambiado la vida de muchas personas. No es fácil resumir un libro así. Cualquier reseña, cualquier mención a su trama, a Horacio, la Maga, Rocamadour, el Club de la Serpiente, de Traveler y Talita, se quedará bien corta porque no es por esas historias que Rayuela es lo que es.

Pero si aún quieren un resumen, un buen resumen y algo más, para hacer un trabajo o para saber si les merece la pena leerla, les recomiendo muy encarecidamente la introducción de Andrés Amorós a la edición de Cátedra.

Si esto les ha servido de algo, me alegraré. Tómenlo y hagan con este texto lo que quieran porque lo he escrito para ustedes, pero cuidado con cómo lo copian; que los profesores también usan Internet.