Matar al padre. Cortázar no está de moda.

(Antes de empezar, reflexiono: ¿He de respaldarme diciendo cuánto admiro y valoro a Agustín y su Nocilla? ¿He de decir antes que nada que sus libros me parecen de entre lo más emocionante, y elijo bien el término, que se está haciendo en España desde hace mucho tiempo?).

“Cortázar no está de moda” me soltaron bruscamente y hace algunos meses, como algo evidente que yo, en mi mundo de cronopios y cosmopistas, no hubiera querido o sabido ver. En su momento me resistí a creerlo, pero ese “su momento” duró poco. Cortázar no está de moda. Es triste pero es cierto.

Fernández Mallo, que en su día impulsó “Casa tomada, revista diletante de arte laxo”, lo introduce repetidamente en su Nocilla Experience, como personaje, en el vídeo promocional, como cara de Bélmez, y relee Rayuela desde una óptica topológica.

Pero dura poco la alegría del cronopio, ya se sabe. En la Feria del Libro de Madrid se le pregunta por las similitudes entre Rayuela y Nocilla Dream, y dice que no las hay. Cuando se le pregunta por la influencia de Cortázar en su obra, contesta con un tímido, fugaz y casi obligado “Claro, claro, ¿dónde no está Cortázar?...” y se pierde en sus “verdaderas” influencias: en Borges (tan lejano que ya no hace daño, pero claro, ¿dónde no está Borges?), en Benet, en la literatura norteamericana, y en otras influencias más modernas, más antiguas, o más discretas. Hay influencias reconocidas, las hay inconscientes, y las hay silenciadas. Hay que negar. Las veces que haga falta. Hay que jugar al despiste porque hay demasiada Rayuela, demasiados “capítulos prescindibles” en Nocilla como para encima andar haciéndole más homenaje al muerto. Ya está bueno lo bueno con haberle dedicado unas referencias. Hablemos de la televisión, de la cultura pop, de lo indie, hablemos de lo que sea, pero no más de Julio, porque es incompatible tener que venderse como un producto original, y andar recordando a la gente todo lo que ya nos dejaron cocinado, sólo para recalentar en el microondas. No queremos ser otro Néstor Sánchez, casi olvidado por continuador, ni queremos que nuestra obra sea otra Crónica de la nada aunque esté hecha a pedazos. No queremos que nos llamen otro Cortázar, ni a nuestra obra otra Rayuelita.

En la misma Feria del Libro, CERLALC edita y pone a disposición de los lectores compradores su Catálogo de Autores y Libros de América Latina. En Colombia está García Márquez, y en Argentina está Borges. Pero no Cortázar.

En esa joya de novela que es La velocidad de las cosas, de Fresán, argentino, bonaerense, no encontré a Cortázar entre la lista de sus reconocidos. He de suponer que no le debe nada. Ni por su búsqueda de la vida como literatura y la literatura como vida, ni por el estilo de su novela. No hay nada en su libro que nos recuerde a Cortázar. Nada. Para eso está ya Bolaño, un paraguas mucho más en boga.

Ahí está también mi admirado, genial y requeteleído César Aira, para negar también al mediocre, al jugador, al político pasado de moda.

Claro que estos últimos ejemplos son Argentina, y ay, amigo, ahí ya topamos con otras razones. Porque en ese país de extraño nacionalismo que es Argentina, un nacionalismo tan de fútbol, derrotista y esquizofrénico como el español, se tardó mucho en decidir si Cortázar era o no merecedor de la albiceleste. Algunos aún no han decidido, porque aún no le han colocado las etiquetas necesarias. Pero no hay código de barras que encierre al Julio. Entérense de una puta vez. No lo hay.

Cortázar no está entre las fuentes “primarias” (ni secundarias) de La luz nueva, el iluminador texto de Vicente Luis Mora (Borges y Cirlot, por ejemplo, sí).

Y Armorius, ¿qué piensa de todo esto? Armorius mira los libros de su biblioteca y piensa que Cortázar es el padre que aún queda por matar, pero es tan difícil superarlo, que se le quiere matar con la ignorancia.

Armorius, aunque es de los que huyen de polémicas y piensan que todo tiene cabida en la Literatura, admira y prefiere a los pocos que han sabido continuar el rumbo marcado por Julio Cortázar, a los que han aprendido la lección que este blog repite en tantas y distintas voces: jugar con la literatura, crear con fragmentos que se nos recomponen en el nivel poético, inconsciente, forjar el lenguaje (se forja a fuego y a golpes), insinuar más que contar, y abandonar de una vez el rollo chino.

Entre estos nombres admirados están Fernández Mallo, Hipólito Navarro, Fernando Iwasaki, Isaac Rosa, Julián Rodríguez, Manuel Vilas, Rodrigo Fresán, Julián Ríos,... autores (y no están todos) que forman mi canon vivo y coetáneo, y que, lo reconozcan o no, beben de esa fuente, directamente o embotellada y con gas.

En esa lista están, por tanto, muchos mutantes, nocilleros, o pangeáticos; algo que quizás pueda cambiar el panorama que acabo de describir, como ya está cambiando gracias a ellos nuestra narrativa y nuestra crítica literaria. Pero hay que empezar por reconocer que no todo es nuevo ni brilla con luz tan nueva, que el narrar fragmentado, el incorporar a la narración cualquier tipo de información externa que nos llega durante la escritura, que escribir y luego ordenar los textos, sean archivos-punto-doc o textos de blogs o papeles en una caja, es algo que ya se hacía incluso mucho antes del mítico 1963 (y pienso, cómo no, en Joyce, Sterne y Cervantes). La literatura se recrea a sí misma, una y otra vez.

Hay otras muchas influencias, por supuesto, hay otros muchos experimentadores y genios a los que tampoco se les reconoce lo suficiente, pero este es un blog de Cortázar.

Él tampoco fue el iniciador de casi nada, eso también ha debido quedar claro ya, la literatura se reinventa en continuo.

Hace muchos años, allá por mi tumultuosa adolescencia, se puso de moda el entonces imaginativo aviso publicitario “SEXO… ahora que he conseguido llamar tu atención, te cuento que…”. Hace menos, uno de nuestros esperpentos musicales puso de moda una canción humorística y menos inocente de lo que quería parecer: “No está de moda… practicar sexo”, quizás como forma de protesta y autoafirmación ante ciertos tópicos. Yo utilizo hoy estos ejemplos sacados del pop para decir:

Sexo, ahora que todos los hispanohablantes escribimos tan bien de sexo, que no hay novelilla de tres al cuarto o brillante experimento literario (y a algunos de los citados me remito) que no incluya diversas prácticas y posturas en audaces descripciones, ahora es hora de repasar el coito anal del Libro de Manuel, el mariconeo brillante y final de Los Premios, el capítulo 68 de Rayuela, tu más profunda piel, los olores y sabores de cama repartidos por toda su obra, magistralmente escrito todo ello cuando esas cosas no se escribían en español sencillamente porque casi nadie las sabía escribir.

Pero desde hace algunos años ya, nadie parece deber nada a Cortázar.

Por suerte, nada es generalizable, y hay voces valientes como Juan Cruz, Félix J. Palma, Hipólito Navarro y Fernando Iwasaki (y de nuevo no están todos, nunca están todos); voces que no temen a las sombras, y las nombran.

Y el mes pasado se publicó el primer álbum para niños con un texto de Julio Cortázar: Discurso del Oso, en Libros del Zorro, que por supuesto les recomiendo a todos. La resistencia avanza. De será gallinas cosmos el, carajo qué.