Julio Cortázar - Así escribo

El director de la primaria le dice a mi madre que leo demasiado y que me racione los libros; ese día empiezo a saber que el mundo está lleno de idiotas. A los doce años proyecto un poema que modestamente abarcará la entera historia de la humanidad, y escribo las veinte páginas correspondientes a la edad de las cavernas; creo que una pleuresía interrumpe esta empresa genial que tiene a la familia en suspenso.

(…)

De todo eso quedan dos cosas: la decisión de no cerrarme a nada en un momento en que veo a tantos amigos optar por A o por B, y la decisión complementaria de llevar esa apertura y esa porosidad a una consecuencia literaria, salga pato o gallareta. Para empezar: horror a todo profesionalismo, incluso hoy sigo viéndome como un aficionado, alguien que escribe porque le gusta y no porque tiene que escribir. De ahí los defectos posibles: falta de planes, de esquemas, pero siempre preferiré esos defectos al aburrimiento del método. No por nada la temprana lección del jazz: lo improvisado es lo que queda, aunque nadie llega así nomás a la improvisación, y todo está en ese "aunque".

La noción misma de la escritura: rechazo de la "originalidad" para lograr la naturalidad, que en última instancia es lo que abre paso a lo original. Mientras escribo leo más que nunca, ningún miedo a las "influencias"; en cambio, me niego a hablar de lo que estoy haciendo y sólo muestro lo terminado y corregido, creo que por superstición más que por principio. En cuanto a la revisión y la corrección de lo escrito, creo que con los años la cosa va cambiando; de joven escribía de un tirón y después "trabajaba" el texto ya enfriado, pero ahora tardo más en escribir, dejo que las cosas se preparen y organicen en esa región entre sueño y vigilia donde laten los pulsos más hondos, y por eso corrijo menos en la relectura. Algún crítico me reprocha una sequedad que antes no tenía; puede ser que los lectores sigan prefiriendo algo más jugoso, pero al final de mi camino me gusta más un haiku que un soneto, y un soneto más que una oda; tal vez porque tanta rutina y entusiasmo sobre el barroco latinoamericano ha terminado por afirmarme en ese horror a las volutas que ya denunciaba en Rayuela (donde las volutas no faltan, digámoslo antes de que usted lo piense).

Julio Cortázar. Así escribo. Etcétera, número 345. 1982. 

Diccionario del Surrealismo – André Breton


El amor recíproco, el único que aquí podría interesarnos, es aquel que pone en juego la falta de costumbre en la práctica, la imaginación en la vulgaridad, la fe en la duda, la percepción del objeto interior en el objeto exterior.

El azar sería la forma de manifestación de la necesidad exterior que se abre un camino en el inconsciente humano.

Oh bocas, el hombre está en busca de un nuevo lenguaje, del cual el gramático de cualquier lengua no tendrá nada que decir (Apollinaire).

“Transformar el mundo”, dijo Marx; “cambiar la vida”, dijo Rimbaud: para nosotros estos dos santo y seña son solo uno.

La percepción y la representación deben considerarse como productos de disociación de una facultad única, original, de cuya imagen eidética da cuenta, y de la cual se encuentran huellas en el hombre primitivo y en el niño.

La pintura y la construcción surrealistas han permitido, alrededor de elementos subjetivos, la organización de percepciones de tendencia objetiva. Estas percepciones presentan un carácter trastornante, revolucionario, en el sentido de que apelan imperiosamente, en la realidad exterior, a algo que les conteste. Este algo será.

Todo lo que yo quiero, todo lo que pienso y siento, me inclina a una particular filosofía de la inmanencia según la cual la surrealidad estaría contenida en la realidad misma, y no sería superior ni exterior a ésta. Y recíprocamente, porque el continente sería también el contenido. Sería casi como un vaso comunicante entre el continente y el contenido.

En Editorial Losada. Barcelona, 2007.

Rimbaud

Arthur Rimbaud es un punto de partida, una obra que se une por la raíz a toda experiencia poética del hombre. Ocurre que Rimbaud es ante todo un hombre. Su problema no fue un problema poético, sino el de una ambiciosa realización humana, para la cual el poema, la obra, debían constituir las llaves. Eso lo acerca a los que vemos en la poesía como un desatarse total del ser, como su presentación absoluta, su entelequia. Donde dijo “Car Je est un autre” él no prosiguió un propósito de liberación y sublimación del autre, sino del Je.

No me parece que Rimbaud buscara un absoluto de poesía. Siempre he pensado que su descenso a los infiernos era una tentativa para encontrar la vida que su naturaleza le reclamaba. Se siente con fuerzas para luchar, quiere abrirse un camino a través del infierno, a través de la poesía, y alcanzar por fin la conquista de su propio yo.

¿Por qué no se mató Rimbaud? Es que, en realidad, se mató. Lo que queda de él es una costumbre de vivir, de viajar, un recuerdo corporizado, un retrato vivo. Pero Arthur Rimbaud, poeta, había muerto con sus últimas líneas. No creo que se abriera en esos días un nuevo capítulo en la existencia de Rimbaud, y que un destino todavía más extraordinario le estuviera deparado. El hombre continúa su pasaje, pero es ahora el hombre a la medida de las cosas; no es el hombre Rimbaud que él, desde su bohemia tormentosa, soñó alguna vez.

Precisamente por ello, por haber jugado la poesía como la carta más alta en su lucha contra la realidad ociosa, la obra de Rimbaud nos llega anegada de existencialismo y cobra para nosotros, hombres angustiados que hemos perdido la fe en las retóricas, el tono de un mensaje y de una admonición. La obra de ese muchacho magnífico e infortunado no es un grimorio, sino un pedazo de su piel.

Mallarmé se despeña sobre la Poesía; Rimbaud vuelve a esta existencia. El primero nos deja una Obra; el segundo, la historia de una sangre. Con toda mi devoción al gran poeta, siento que mi ser, en cuanto integral, va hacia Rimbaud con un cariño que es hermandad y nostalgia. Uno puede amar a Góngora, pero es san Juan de la Cruz quien aprieta el pecho y vela la mirada. La poesía es una aventura hacia el infinito; pero sale del hombre y a él debe volver. Del Rimbaud que traficó en Abisinia no nos queda nada merecedor de recuerdo; del adolescente que se desangró sobre los filos de un imposible queda la obra más viva y más honda de la poesía moderna.

Este texto lo escribió Julio Cortázar antes de ser Julio Cortázar, ya que fue firmado por Julio Denis. Armorius lo rescata de su Obra crítica, en Alfaguara o Galaxia Gutemberg, pues los dos lo han publicado y los dos forman parte de su biblioteca. Fue publicado en Buenos Aires en 1941, veintidós años antes de que Oliveira, desde una ventana de la que pende su vida, concluyera que “a lo mejor, la única manera posible de escapar del territorio era metiéndose en él hasta las cachas”.

Carl Einstein

Sería erróneo concebir una teoría de la pintura como una abstracción científica; al contrario, es la expresión de una sensación óptica. La teoría de Picasso o de Matisse denota una absoluta carencia de definiciones técnicas. Su mirada parte de un factor diferente, el de la percepción interna.

Carl Einstein, Comentarios sobre la pintura francesa más reciente (1912). En “El arte como revuelta. Escritos sobre las vanguardias”. Uwe Fleckner (ed.). Lampreave y Millán.

Georges Perec - ¿Acercamientos a qué?

Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo?

Interrogar a lo habitual. Pero si es justamente a lo que estamos habituados. No lo interrogamos, no nos interroga, no plantea problemas, lo vivimos sin pensar en él, como si no vehiculase ni preguntas ni respuestas, como si no fuese portador de información. Esto no es ni siquiera condicionamiento: es anestesia. Dormimos nuestra vida en un letargo sin sueños. Pero nuestra vida, ¿dónde está? ¿Dónde está nuestro cuerpo? ¿Dónde nuestro espacio?

Cómo hablar de esas “cosas comunes”, más bien cómo acorralarlas, cómo hacerlas salir, arrancarlas del caparazón al que permanecen pegadas, cómo darles un sentido, un idioma: que hablen por fin de lo que existe, de lo que somos.

Quizá se trate finalmente de fundar nuestra propia antropología: la que hablará de nosotros, la que buscará en nosotros lo que durante tanto tiempo hemos copiado de los demás. Ya no lo exótico sino lo endótico.

Interrogar a lo que parece ir tan por su cuenta que nos hemos olvidado de su origen. Recuperar algo del asombro que experimentaron Julio Verne o sus lectores frente a un aparato capaz de reproducir y transportar el sonido. Porque existió ese asombro, y otros miles, y fueron ellos los que nos modelaron.

De lo que se trata es de interrogar al ladrillo, al cemento, al vidrio, a nuestros modales en la mesa, a nuestros utensilios, a nuestras herramientas, a nuestras agendas, a nuestros ritmos. Interrogar a lo que parecería habernos dejado de sorprender para siempre. Vivimos, por supuesto, respiramos, por supuesto, caminamos, abrimos puertas, bajamos escaleras, nos sentamos a la mesa para comer, nos acostamos en una cama para dormir. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Describan su calle. Describan otra.

Comparen.

Hagan el inventario de sus bolsillos, de su bolso. Interróguense acerca de la procedencia, el uso y el devenir de cada uno de los objetos que van sacando.

Pregúntenle a sus cucharillas.

¿Qué hay bajo su papel de la pared?

¿Cuántos gestos hacen falta para marcar un número de teléfono? ¿Por qué?

¿Por qué no se encuentran cigarrillos en las tiendas de alimentación? ¿Por qué no?

Me importa poco que estas preguntas sean, aquí, fragmentarias, apenas indicativas de un método, como mucho de un proyecto. Me importa mucho que parezcan triviales e insignificantes: es precisamente lo que las hace tan esenciales o más que muchas otras a través de las cuales tratamos en vano de captar nuestra verdad.

“Approches de quoi?”. Cause commune, nº 5, febrero de 1973. Traducido por Mercedes Cebrián y publicado en Georges Perec, “Lo infraordinario”, Editorial Impedimenta, Madrid, octubre de 2008.

Julián Ríos - Quijote e hijos

Rayuela le quitó el corsé a aquella señora un poco pesada que era nuestra novela y la obligó a hacer ejercicio. Los años no pasan en balde y ahora, cursi e ricorsi, parece que se lleva de nuevo el corsé, el discurso decimonónico que es el canónico para tantos fabricantes emprendedores del siglo XXI.

Por el humor se sabe dónde está el juego y comprobé más de una vez que el lector sin sentido del humor se quedaba enseguida fuera de juego, del hagan juego, en una novela cómica como Rayuela. Por el amor se sabe dónde está el fuego, todos los fuegos encendidos de amadores, que arden en Rayuela desde “esa ligera llama rosa” que podemos alcanzar con la lengua.

Mi test reactivo es Rayuela para tratar de saber con y de quién se trata, y ganar tiempo, porque en seguida el lector de principios echa de menos el final, un final fijo, resulta un libro algo excesivo, ¿no le parece?, momento perfecto para el final del juego y apresurar la despedida.

Me parece que una palabra clave de Rayuela es invención, así en cursiva en la novela, la invención de cada día, al clavar el dardo en el centro de la realidad cotidiana, y transformar cualquier cosa banal en lo nunca visto… La invención de Rayuela es doble: quitarle a lo extraordinario el extra y añadírselo a lo ordinario.

Julián Ríos. Quijote e hijos (Una genealogía literaria). Galaxia Gutemberg – Círculo de Lectores. Barcelona, 2008.

Laurence Sterne - Tristam Shandy

Pero cuanto más nos adentremos en la época en que escribió, más nos convenceremos, al leer Tristam Shandy, de que Sterne fue, en el más amplio sentido de la palabra, precisamente un hombre de su tiempo. Conocedor de todos los movimientos culturales, sociales, religiosos y políticos de su época, supo presentarlos en forma crítica, a veces satírica y burlona, a veces tierna y sentimental, prescindiendo de la hipocresía que, a menudo, veía a su alrededor. Para hacerlo, creó un estilo que difería por completo del camino por el cual avanzaba ya decididamente la novela inglesa. Muchos no lo vieron así hasta pasados muchos años, pero Sterne había abierto una vía nueva a los novelistas del futuro. Sobre todo, había creado una obra capaz de hacer reír a sus contemporáneos.

(...)

Casi todas las partes de la obra tienen relación unas con otras, y, en la lógica del autor, se justifica la estructuración que poseen. El control es absoluto... Existe en la obra un aparente diálogo entre autor y lectores...

(...)

Julio Cortázar conocía Tristam Shandy y lo cita en La vuelta al día en ochenta mundos, proporcionándonos, además, la pista para buscar su posible influencia en otro autor hispanoamericano, José Lezama Lima... Lo que han recogido de Sterne Cortázar y otros autores hispanoamericanos es, sobre todo, la técnica: el autor inglés parece haberles servido de impulso a sus experimentaciones literarias. La nueva narrativa que surgía en Hispanoamérica pudo encontrar en Tristam Shandy algunos elementos que potenciaron un nuevo modo de expresión literaria.

Del prólogo a Tristam Shandy. Cátedra, Letras Universales. Madrid.

Oficio de tinieblas 5

21 no, tú fuiste un espectador muy torpe y ese es tu grave pecado el pecado para el que no puede haber perdón

22 no te fíes de fechas todas son falaces y torturadoras

23 algunos creyeron que la historia empezaba a un toque de silbato o de campana y después se pasaron la vida y llegaron más allá de la muerte

38 de nada te sirve o tan sólo te reconforta muy tenuemente cantar las gloriosas bajas pasiones la seguridad del funcionario y su doméstica previsión de esquina a esquina la comida caliente el lecho tibio la mujer fría y hacendosa

60 no, no, que se esfuercen como nos esforzamos todos tú el primero nadie debe dar ventaja a nadie no te tomes ventaja en la salida haz oídos sordos al toque de silbato del juez de salida

61 no es ahí donde empieza la historia no seas ingenuo ni necio la historia viene desde más atrás nadie sabe con exactitud donde empieza si en adán y eva o en el sembrador de manzanos

80 dios jamás supo que tú creías en él

90 no, ya no quedan islas por descubrir será preciso un nuevo cataclismo para que emerjan dos o tres islas minúsculas en las que guarecer el hambre y la sed de justicia el hambre y la sed de pan y agua el hambre y la sed de libertad

Camilo José Cela, 1973

104

La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos.

La vida, un ballet sobre un tema histórico, una historia sobre un hecho vivido, un hecho vivido sobre un hecho real. La vida, fotografía del número, posesión en las tinieblas (¿mujer, monstruo?), la vida, proxeneta de la muerte, espléndida  baraja, tarot de claves olvidadas que unas manos gotosas rebajan a un triste solitario.


Life’s but a walking shadow, a poor player / that struts and frets his hour upon the stage, / and then is heard no more: It is a tale / told by an idiot, full of sound and fury, / signifying nothing.


Ser feliz no es motivo para olvidarlo.

Rayuela, rizoma

Es agradable hablar como todo el mundo y decir el sol sale, cuando todos sabemos que es una manera de hablar. No llegar al punto de ya no decir yo, sino a ese punto en el que ya no tiene ninguna importancia decirlo o no decirlo.

Un libro no tiene objeto ni sujeto, está hecho de materias diversamente formadas, de fechas y de velocidades muy diferentes. Cuando se atribuye el libro a un sujeto, se está descuidando ese trabajo de las materias, y la exterioridad de sus relaciones. Se está fabricando un buen dios para movimientos geológicos. En un libro, como en cualquier otra cosa, hay líneas de articulación o de segmentaridad, estratos, territorialidades; pero también líneas de fuga, movimientos de desterritorialización y de desestratificación. Las velocidades comparadas de flujo según esas líneas generan fenómenos de retraso relativo, de viscosidad, o, al contrario, de precipitación y ruptura. Un libro es una multiplicidad.

No hay ninguna diferencia entre aquello de lo que un libro habla y cómo está hecho. Nunca hay que preguntar qué quiere decir un libro, significado o significante, en un libro no hay nada que comprender, tan sólo hay que preguntarse con qué funciona, en conexión con qué hace pasar o no intensidades, en qué multiplicidades introduce y metamorfosea la suya, con qué cuerpos sin órganos hace converger el suyo.

Lo múltiple hay que hacerlo, pero no añadiendo constantemente una dimensión superior, sino, al contrario, de la forma más simple, a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se dispone, siempre n-1 (sólo así, sustrayéndolo, lo Uno forma parte de lo múltiple). Sustraer lo único de la multiplicidad a construir: escribir a n-1. Este tipo de sistema podría denominarse rizoma.

… Construirás frases gramaticalmente correctas, dividirás cada enunciado en sintagma nominal y sintagma verbal (primera dicotomía…). A tales modos lingüísticos no se les reprochará que sean demasiado abstractos, sino al contrario, que no lo sean lo suficiente, que no sean capaces de alcanzar la máquina abstracta que efectúa la conexión de una lengua con contenidos semánticos y pragmáticos de los enunciados, con agenciamientos colectivos de enunciación, con toda una micropolítica del campo social. Un rizoma no cesaría de conectar eslabones semióticos, organizaciones de poder, circunstancias relacionadas con las artes, las ciencias, las luchas sociales.

El libro ideal sería, pues, aquel que lo distribuye todo en ese plan de exterioridad, en una sola página, en una misma playa: acontecimientos vividos, determinaciones históricas, conceptos pensados, individuos, grupos y formaciones sociales… una escritura de este tipo, un encadenamiento interrumpido de afectos, con velocidades variables, precipitaciones y transformaciones, siempre en relación con el afuera. Anillos abiertos. También sus textos se oponen, desde todos los puntos de vista, al libro clásico y romántico.

Frente a los cortes excesivamente significantes que separan las estructuras, un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según esta o aquella de sus líneas, y según otras.

Un rizoma no responde a ningún modelo estructural o generativo. Es ajeno a toda idea de eje genético, como también de estructura profunda… la unidad del producto está en otra dimensión, transformacional y subjetiva.

Una de las características fundamentales del rizoma es tener múltiples entradas, incluso se tendrá en cuenta que se puede entrar en él por el camino de los calcos o por la vía de los árboles-raíces…

El pensamiento no es arborescente, el cerebro no es una materia enraizada ni ramificada. La discontinuidad de las células, el papel de los axones, el funcionamiento de las sinapsis, la existencia de microfisuras sinápticas, el salto de cada mensaje por encima de esas fisuras, convierten el cerebro en una multiplicidad inmersa en su plan de consistencia o en su glia, todo un sistema aleatorio de probabilidades, incertain nervous system. Muchas personas tienen un árbol plantado en la cabeza, pero en realidad el cerebro es más una hierba que un árbol. El árbol o la raíz inspiran una triste imagen del pensamiento que no cesa de imitar lo múltiple a partir de una unidad superior, de centro o de segmento. Tanto para los enunciados como para los deseos, lo fundamental no es reducir el inconsciente, ni interpretarlo o hacerlo significar según un árbol. Lo fundamental es producir inconsciente, y con él, nuevos enunciados, otros deseos: el rizoma es precisamente esa producción de inconsciente.

Resulta curioso comprobar cómo el árbol ha dominado no sólo la realidad occidental, sino todo el pensamiento occidental, de la botánica a la biología, pasando por la anatomía, pero también la gnoseología, la teología, la ontología, toda la filosofía…: el principio-raíz, Grund, roots y fundations.

Resumamos los caracteres principales de un rizoma: a diferencia de los árboles o de sus raíces, el rizoma conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; el rizoma pone en juego regímenes de signos muy distintos e incluso estados de no-signos. El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo Múltiple. No es lo uno que deviene dos, ni tampoco que devendría directamente tres, cuatro o cinco, etc. No es un múltiplo que deriva de lo Uno, o al que lo Uno se añadiría (n+1). No está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes. No tiene ni principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Una multiplicidad de este tipo no varía sus dimensiones sin cambiar su propia naturaleza y metamorfosearse. Contrariamente a una estructura, que se define por un conjunto de puntos y de posiciones, de relaciones binarias entre estos puntos y de relaciones biunívocas entre esas posiciones, el rizoma sólo está hecho de líneas: líneas de segmentaridad, de estratificación, como dimensiones, pero también línea de fuga o de desterritorialización como dimensión máxima según la cual, siguiéndola, la multiplicidad se metamorfosea al cambiar de naturaleza. Pero no hay que confundir tales líneas, o lineamientos, con las filiaciones de tipo arborescente, que tan sólo son uniones localizables entre puntos y posiciones. Contrariamente al árbol, el rizoma no es objeto de reproducción. El rizoma es una antigenealogía, una memoria corta o Antimemorias. El rizoma procede por variación, expansión, conquista, captura, inyección. El rizoma está relacionado con un mapa que debe ser producido, construido, siempre desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas, con sus líneas de fuga. Contrariamente a los sistemas centrados de comunicación jerárquica y de uniones preestablecidas, el rizoma es un sistema acentrado, no jerárquico y no significante, definido únicamente por una circulación de estados. Lo que está en juego en el rizoma es una relación con la sexualidad, pero también con el animal, con el vegetal, con el mundo, con la política, con el libro, con todo lo natural y lo artificial, muy distinta de la relación arborescente.

Un rizoma está hecho de mesetas: región continua de intensidades, que vibra sobre sí misma, y que se desarrolla evitando cualquier orientación hacia un punto culminante o hacia un fin exterior. Por ejemplo, en la medida en que un libro está compuesto de capítulos, tiene sus puntos culminantes, sus puntos de terminación. ¿Qué ocurre, por el contrario, cuando un libro está compuesto de mesetas que comunican unas con otras a través de microfisuras, como ocurre en el cerebro? Nosotros hemos escrito este libro como un rizoma. Lo hemos compuesto de mesetas. Si le hemos dado una forma circular, sólo era en broma. Hemos tenido experiencias alucinatorias, hemos visto líneas, como columnas de hormiguitas, abandonar una meseta para dirigirse a otra. Hemos trazado círculos de convergencia. Cada meseta puede leerse por cualquier sitio, y ponerse en relación con cualquier otra. Para lograr lo múltiple se necesita un método que efectivamente lo haga; ninguna astucia tipográfica, ninguna habilidad léxica, combinación o creación de palabras, ninguna audacia sintáctica pueden sustituirlo. En efecto, a menudo, todo eso sólo son procedimientos miméticos destinados a diseminar o desmembrar una unidad que se mantiene en otra dimensión para un libro-imagen. Tecnonarcisismo.

Gilles Deleuze y Félix Guattari. Rizoma. 1976.

César Aira opina en la UIMP sobre Julio Cortázar


Hay escritores que se empeñan en demostrarnos que se puede ser un grandísimo escritor y a la vez, cuanto menos, un ser verdaderamente antipático.

Leo las declaraciones de César Aira sobre Julio Cortázar en la UIMP. No me toman por sorpresa, ya conocía su opinión. Ni siquiera en eso es Aira un tipo original, sólo dice lo que ya muchos años antes dijo Juan Benet, probablemente con más imparcialidad y menos saña.

A veces nos creemos con derecho a despotricar en público, a destruir más que a construir, sin darnos cuenta de que es inútil, no aporta nada. Me da pena la gente que tiene que estar continuamente destruyendo para oírse, para sentir que tiene voz.

Pienso que un acto de exquisita coherencia por su parte sería dejar de escribir, para que su ruido no nos distraiga del sonido de su gran maestro.

Me aburre y me resulta sospechoso que César Aira, que según sus propias ideas no sería más que otro segundón argentino, aproveche cualquier púlpito para hablar de Cortázar como si fuera el escritor a abatir, el escritor al que le merece la pena criticar.

En casos como éstos, yo asumo perfectamente que la crítica va más allá (o más acá) de lo literario, y yo, sobre ideas político sociales o frustraciones personales, simplemente no opino. Sigo hablando bien de la gente que me gusta, que me parece más divertido que hablar mal del resto.

Me quedo en el Kindergarden que Cortázar creó para todos; las Grandes Facultades de algunos simplemente me aburren, cuando no me dan asco.

Un resumen de Rayuela

A raiz de los resultados del contador que puse en el blog, me he decidido a escribir este post para los estudiantes que llegan aquí a través de Google buscando un resumen de Rayuela, sea para hacer un trabajo de clase, o por curiosidad lectora. Pero a pesar de mi intención de ayudarles, he de decirles que no sé si lo voy a lograr, puesto que sólo soy un lector y un copista, y porque no haré un resumen al uso. Creo que nada sería más insuficiente y más injusto con la obra y las intenciones de su autor que el típico resumen: “Rayuela cuenta la historia de Oliveira, un argentino que tal y cual…”, y además no pienso que ustedes estén buscando eso.

Y ya que hablamos de buscar, empezaré por decir que Rayuela es la novela de una búsqueda. La búsqueda de un hombre que cree que esta vida es una especie de error, que vamos por mal camino, que en algún momento nos perdimos de la vía que nos haría más fácil la felicidad o la autenticidad. Por esta razón, Rayuela a veces es un libro que nos sobrecoge y nos deja suspendidos en nuestro propio vértigo; una novela existencialista. 

A decir verdad, creo que la catalogamos como novela a falta de un término mejor. Porque Rayuela es una obra que se escribe con la libertad que otorga no estar comprometido con un género literario en particular, con unas reglas estrictas. Por eso es una obra de libertad formal. Es el libro de un hombre en lucha por su libertad.

No es poesía, pero es la obra de un poeta. Hay más poesía en Rayuela que en muchos libros de poesía. Y no estoy hablando del capítulo 7.

De un hombre a quien el lenguaje con que se escribía en su momento le resultaba insuficiente y falso, y que necesitaba contar de una manera distinta a como se hacía entonces. Por esta razón, Rayuela es un libro sobre la literatura, sobre la escritura, sobre el lenguaje y su valor para el ser humano, y dio mayoría de edad y mayor dimensión a una manera nueva de escribir en nuestro idioma.

De un hombre que sabe de la importancia del humor, y sabe que hay poco humor en la vida y en la literatura que se hacía en su tiempo y en su país, y que hay que usar el humor. Por eso Rayuela es muchas veces un libro humorístico, hasta hilarante en ocasiones, que se burla de casi todo, incluido su autor, y en el que no todo debe tomarse en serio –y sobre todo, no con esa seriedad que es otra forma de la rigidez–.

Un hombre que quería que sus lectores participaran en sus libros, que leyeran como un ejercicio voluntario y trabajado en el que el lector completa el sentido de la obra, lejos del papel pasivo que representamos, por ejemplo, ante la televisión o las novelas que nos lo cuentan absolutamente todo. Por esta razón existe Morelli, y Rayuela se lee de esa forma tan peculiar, y para muchos no tiene un desenlace claro.

Un hombre que vivió en dos magníficas ciudades en las que uno puede sentirse pequeño hasta la insignificancia y con los zapatos encharcados, o henchido y con los límites tendidos al infinito. Un libro del exilio, un libro para aquellos que mantienen una difícil relación con su país. A muchos lectores, Cortázar nos ha hecho sentir a París y Buenos Aires como lugares míticos que visitamos o soñamos una y otra vez, siguiendo un itinerario personal que aún no se encuentra en las guías de turismo.

Y en definitiva, porque no puede ser de otra manera, un hombre que ama. Por esta razón, Rayuela es una bellísima e intensa historia de amor. No un amor almibarado y de folletín, sino el amor inútil que es como un puente tendido de un solo lado, y el amor que es un rayo que nos atraviesa; el amor fértil del sexo, y el amor que muere y nos persigue ya siempre, estéril, como el fantasma de un fracaso.

Es un libro que muchos hemos leído una y otra vez y del que aún seguimos aprendiendo. Y es uno de esos libros que ha cambiado la vida de muchas personas. No es fácil resumir un libro así. Cualquier reseña, cualquier mención a su trama, a Horacio, la Maga, Rocamadour, el Club de la Serpiente, de Traveler y Talita, se quedará bien corta porque no es por esas historias que Rayuela es lo que es.

Pero si aún quieren un resumen, un buen resumen y algo más, para hacer un trabajo o para saber si les merece la pena leerla, les recomiendo muy encarecidamente la introducción de Andrés Amorós a la edición de Cátedra.

Si esto les ha servido de algo, me alegraré. Tómenlo y hagan con este texto lo que quieran porque lo he escrito para ustedes, pero cuidado con cómo lo copian; que los profesores también usan Internet.

Matar al padre. Cortázar no está de moda.

(Antes de empezar, reflexiono: ¿He de respaldarme diciendo cuánto admiro y valoro a Agustín y su Nocilla? ¿He de decir antes que nada que sus libros me parecen de entre lo más emocionante, y elijo bien el término, que se está haciendo en España desde hace mucho tiempo?).

“Cortázar no está de moda” me soltaron bruscamente y hace algunos meses, como algo evidente que yo, en mi mundo de cronopios y cosmopistas, no hubiera querido o sabido ver. En su momento me resistí a creerlo, pero ese “su momento” duró poco. Cortázar no está de moda. Es triste pero es cierto.

Fernández Mallo, que en su día impulsó “Casa tomada, revista diletante de arte laxo”, lo introduce repetidamente en su Nocilla Experience, como personaje, en el vídeo promocional, como cara de Bélmez, y relee Rayuela desde una óptica topológica.

Pero dura poco la alegría del cronopio, ya se sabe. En la Feria del Libro de Madrid se le pregunta por las similitudes entre Rayuela y Nocilla Dream, y dice que no las hay. Cuando se le pregunta por la influencia de Cortázar en su obra, contesta con un tímido, fugaz y casi obligado “Claro, claro, ¿dónde no está Cortázar?...” y se pierde en sus “verdaderas” influencias: en Borges (tan lejano que ya no hace daño, pero claro, ¿dónde no está Borges?), en Benet, en la literatura norteamericana, y en otras influencias más modernas, más antiguas, o más discretas. Hay influencias reconocidas, las hay inconscientes, y las hay silenciadas. Hay que negar. Las veces que haga falta. Hay que jugar al despiste porque hay demasiada Rayuela, demasiados “capítulos prescindibles” en Nocilla como para encima andar haciéndole más homenaje al muerto. Ya está bueno lo bueno con haberle dedicado unas referencias. Hablemos de la televisión, de la cultura pop, de lo indie, hablemos de lo que sea, pero no más de Julio, porque es incompatible tener que venderse como un producto original, y andar recordando a la gente todo lo que ya nos dejaron cocinado, sólo para recalentar en el microondas. No queremos ser otro Néstor Sánchez, casi olvidado por continuador, ni queremos que nuestra obra sea otra Crónica de la nada aunque esté hecha a pedazos. No queremos que nos llamen otro Cortázar, ni a nuestra obra otra Rayuelita.

En la misma Feria del Libro, CERLALC edita y pone a disposición de los lectores compradores su Catálogo de Autores y Libros de América Latina. En Colombia está García Márquez, y en Argentina está Borges. Pero no Cortázar.

En esa joya de novela que es La velocidad de las cosas, de Fresán, argentino, bonaerense, no encontré a Cortázar entre la lista de sus reconocidos. He de suponer que no le debe nada. Ni por su búsqueda de la vida como literatura y la literatura como vida, ni por el estilo de su novela. No hay nada en su libro que nos recuerde a Cortázar. Nada. Para eso está ya Bolaño, un paraguas mucho más en boga.

Ahí está también mi admirado, genial y requeteleído César Aira, para negar también al mediocre, al jugador, al político pasado de moda.

Claro que estos últimos ejemplos son Argentina, y ay, amigo, ahí ya topamos con otras razones. Porque en ese país de extraño nacionalismo que es Argentina, un nacionalismo tan de fútbol, derrotista y esquizofrénico como el español, se tardó mucho en decidir si Cortázar era o no merecedor de la albiceleste. Algunos aún no han decidido, porque aún no le han colocado las etiquetas necesarias. Pero no hay código de barras que encierre al Julio. Entérense de una puta vez. No lo hay.

Cortázar no está entre las fuentes “primarias” (ni secundarias) de La luz nueva, el iluminador texto de Vicente Luis Mora (Borges y Cirlot, por ejemplo, sí).

Y Armorius, ¿qué piensa de todo esto? Armorius mira los libros de su biblioteca y piensa que Cortázar es el padre que aún queda por matar, pero es tan difícil superarlo, que se le quiere matar con la ignorancia.

Armorius, aunque es de los que huyen de polémicas y piensan que todo tiene cabida en la Literatura, admira y prefiere a los pocos que han sabido continuar el rumbo marcado por Julio Cortázar, a los que han aprendido la lección que este blog repite en tantas y distintas voces: jugar con la literatura, crear con fragmentos que se nos recomponen en el nivel poético, inconsciente, forjar el lenguaje (se forja a fuego y a golpes), insinuar más que contar, y abandonar de una vez el rollo chino.

Entre estos nombres admirados están Fernández Mallo, Hipólito Navarro, Fernando Iwasaki, Isaac Rosa, Julián Rodríguez, Manuel Vilas, Rodrigo Fresán, Julián Ríos,... autores (y no están todos) que forman mi canon vivo y coetáneo, y que, lo reconozcan o no, beben de esa fuente, directamente o embotellada y con gas.

En esa lista están, por tanto, muchos mutantes, nocilleros, o pangeáticos; algo que quizás pueda cambiar el panorama que acabo de describir, como ya está cambiando gracias a ellos nuestra narrativa y nuestra crítica literaria. Pero hay que empezar por reconocer que no todo es nuevo ni brilla con luz tan nueva, que el narrar fragmentado, el incorporar a la narración cualquier tipo de información externa que nos llega durante la escritura, que escribir y luego ordenar los textos, sean archivos-punto-doc o textos de blogs o papeles en una caja, es algo que ya se hacía incluso mucho antes del mítico 1963 (y pienso, cómo no, en Joyce, Sterne y Cervantes). La literatura se recrea a sí misma, una y otra vez.

Hay otras muchas influencias, por supuesto, hay otros muchos experimentadores y genios a los que tampoco se les reconoce lo suficiente, pero este es un blog de Cortázar.

Él tampoco fue el iniciador de casi nada, eso también ha debido quedar claro ya, la literatura se reinventa en continuo.

Hace muchos años, allá por mi tumultuosa adolescencia, se puso de moda el entonces imaginativo aviso publicitario “SEXO… ahora que he conseguido llamar tu atención, te cuento que…”. Hace menos, uno de nuestros esperpentos musicales puso de moda una canción humorística y menos inocente de lo que quería parecer: “No está de moda… practicar sexo”, quizás como forma de protesta y autoafirmación ante ciertos tópicos. Yo utilizo hoy estos ejemplos sacados del pop para decir:

Sexo, ahora que todos los hispanohablantes escribimos tan bien de sexo, que no hay novelilla de tres al cuarto o brillante experimento literario (y a algunos de los citados me remito) que no incluya diversas prácticas y posturas en audaces descripciones, ahora es hora de repasar el coito anal del Libro de Manuel, el mariconeo brillante y final de Los Premios, el capítulo 68 de Rayuela, tu más profunda piel, los olores y sabores de cama repartidos por toda su obra, magistralmente escrito todo ello cuando esas cosas no se escribían en español sencillamente porque casi nadie las sabía escribir.

Pero desde hace algunos años ya, nadie parece deber nada a Cortázar.

Por suerte, nada es generalizable, y hay voces valientes como Juan Cruz, Félix J. Palma, Hipólito Navarro y Fernando Iwasaki (y de nuevo no están todos, nunca están todos); voces que no temen a las sombras, y las nombran.

Y el mes pasado se publicó el primer álbum para niños con un texto de Julio Cortázar: Discurso del Oso, en Libros del Zorro, que por supuesto les recomiendo a todos. La resistencia avanza. De será gallinas cosmos el, carajo qué.

Nivola

No faltará, a pesar de todo, algún lector materialista, de esos a quienes les falta tiempo material -¡tiempo material!, ¡qué expresión tan reveladora!- para bucear en los más hondos problemas del juego de la vida, que opine que yo debí, con los datos de estas cartas, escribir la novela de Don Sandalio, inventar la resolución del problema misterioso de su vida y hacer así una novela, lo que se llama una novela. Pero yo, que vivo en un tiempo espiritual, me he propuesto escribir la novela de una novela –que es algo así como sombra de una sombra-, no la novela de un novelista, no, sino la novela de una novela, y escribirla para mis lectores, para los lectores que yo me he hecho a la vez que ellos me han hecho a mí. Otra cosa ni me interesa mucho ni les interesa mucho a mis lectores, a los míos. Mis lectores, los míos, no buscan el mundo coherente de las novelas llamadas realistas; mis lectores, los míos, saben que un argumento no es más que un pretexto para una novela, y que queda, ésta, la novela, toda entera, y más pura, más interesante, más novelesca, si se le quita el argumento. Por lo demás, yo ya ni necesito que mis lectores, los míos, me proporcionen argumentos para que yo les dé las novelas, prefiero, y estoy seguro de que ellos han de preferirlo, que les dé yo las novelas y ellos les pongan argumentos. No son mis lectores de los que al ir a oír una ópera o ver una película de cine –sonoro o no- compran antes el argumento para saber a qué atenerse.

Don Miguel de Unamuno
Epílogo a la Novela de Don Sandalio, jugador de ajedrez.
Salamanca, diciembre de 1930.

Si las personas fuéramos libros seríamos...

¿Con qué libro identifican sus vidas los lectores? ¿Cuál cambió su forma de ver el mundo? ¿Qué libro serían si, como en la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, las personas fuéramos libros? Estas son las preguntas que la iniciativa Tu vida en un libro, organizada por Escuela de Escritores, planteó a los internautas hispanohablantes y que se cerró ayer con la aportación de 412 obras de la literatura universal que, de alguna forma, cambiaron la vida de sus lectores.

Tu vida en un libro proponía a los participantes que eligieran el libro que les definía como personas y que argumentaran su elección explicando cómo se habían visto reflejados en sus páginas o de qué forma su lectura les había influido.

El libro en el que más participantes se encuentran retratados fue El principito, de Antoine Saint Exupéry, seguido por Rayuela, de Julio Cortázar:

http://www.escueladeescritores.com/modules.php?name=Actividades&file=listar-libros&titul=Rayuela

De Informativos.net, martes 22 de abril de 2008.

El gran Georges Perec

Preocupada únicamente por sus grandes mayúsculas (la Obra, el Estilo, la Inspiración, el Genio, la Creación, etc.), la historia literaria parece ignorar deliberadamente la escritura como práctica, como trabajo, como juego.

Georges Perec. "Histoire du lipogramme". En "La littérature potentielle". Gallimard, Paris, 1973. Tomado de Verbalia, por Màrius Serra. Ediciones Península. Barcelona, 2000.

Capítulo prescindible

Los curiosos y los fieles al lugar habrán observado que, en ese cajón desastre mínimamente organizado que es el margen de todo blog, y que no es una excepción en éste, yo he alojado ese servicio de Google News que tanto bien nos hace pero al que aun le queda tanto por aprender acerca de nuestro querido Julio. Nos da sorpresas con algún que otro buen artículo o actividad, sería tan desagradecido por nuestra parte no reconocerlo…, pero nos confunde con sus extrañas mezclas y caprichos, y cualquier actividad emprendida por los reconocidos abogados y ex ministros Julio Héctor González y Paula Cortázar, con despacho en Asunción, encontrará sin duda su eco puntual en este rincón de la red que, probablemente, nunca visitarán. La fama de nuestro escritor, y todo el espectro de sentimientos que le profesamos sus descendientes ha dado su nombre a tantas calles, plazas, centros culturales y de enseñanza, que no es raro encontrarnos con noticias como la de hoy: “Otro caso de alumno que golpea a la maestra”, título que bien podría formar parte de uno de sus capítulos prescindibles. Textos que desembocan en nuestra página, productos de un azar pobre e informático con su nombre y apellido como únicas reglas del juego. Si lo hubiera querido hacer, no se me habría ocurrido un homenaje mayor, más surrealista y humorístico, a quien tanto debió y reconoció al azar, esos hilos invisibles que nos traen por las lecturas, las gentes y las geografías.

Los hilos que llevan al centro del laberinto

Si la apertura que consigue Rayuela es verdaderamente significativa, es porque se sitúa finalmente, no en el terreno de la experimentación literaria, sino en el campo existencial. En Rayuela se reúnen todos los hilos que llevan al centro del laberinto, al que puede asomarse cada cual a su manera.

Cortázar confiesa haber hecho el descubrimiento bien tardío de que “los órdenes estéticos son más un espejo que un pasaje hacia las aspiraciones metafísicas”.

“El mundo está lleno de falsos felices”, dice. Lo que le interesa es devolver la vida al verbo, hacer que la palabra exprese lo que la palabra misma ha querido callar. “En definitiva –dice– me siento profundamente solo, y creo que está bien. No cuento con el peso de la mera tradición occidental como un pasaporte válido, y estoy culturalmente muy lejos de la tradición oriental, a la que tampoco le tengo ninguna confianza fácilmente compensatoria. La verdad es que cada vez estoy perdiendo más la confianza en mí mismo, y estoy contento. Cada vez escribo peor desde un punto de vista estético. Me alegro, porque quizá me estoy acercando a un punto desde el cual pueda tal vez empezar a escribir como yo creo que hay que hacerlo en nuestro tiempo. En un cierto sentido puede parecer una especie de suicidio, pero vale más un suicida que un zombie. Habrá quien pensará que es absurdo el caso de un escritor que se obstina en eliminar sus instrumentos de trabajo. Pero es que esos instrumentos me parecen falsos. Quiero equiparme de nuevo, partiendo de cero.”

Luis Harss. “Los nuestros”

Rayuela alrededor de una mesa (y II)

Mario Muchnik: Sí. ¿Por qué no damos la palabra? Aquí hay mucha gente.

Francisco Porrúa: Sí, que alguien opine.

Nieves Vázquez: Sí, creo que es el momento.

Público: Antes se ha hablado del impacto, bueno de las ventas de un libro en cuanto a la importancia, a la influencia que pueda tener y bueno, se me ha ocurrido una pregunta para el señor Porrúa, el tema de cuál fue el impacto económico, de ventas me refiero, ¿se vendieron muchos ejemplares de golpe, hubo una gran respuesta, la crítica en los periódicos del momento realmente saludó el libro como una obra que obligatoriamente había que ir a al librería a comprar? Me gustaría que comentara ese tipo de aspectos.

Francisco Porrúa: La crítica fue variada y muchas veces poco lúcida, pero de ventas y eso yo recuerdo poco, lo que sé es que fue un libro que se difundió más rápidamente que los otros libros de Julio. Rayuela en seguida se hizo un libro popular, en pocas semanas empezaron a venderse cientos de ejemplares. Pero la crítica fue ambigua, hubo algunos que no entendieron absolutamente nada, es decir, que no entendieron sobre todo el significado profundo de la obra y de qué modo estaba unida la presentación del libro, es decir, ese modo fragmentario, ese modo un poco...

Mario Muchnik: Rayuelesco.

Francisco Porrúa: Rayuelesco del libro. No entendieron que eso correspondía al fondo del libro, no entendían que eso era el libro mismo. Se dijo que era una especie de juego intelectual del autor y cosas similares. Pero de todos modos yo comprobé inmediatamente que Rayuela se abría paso entre los lectores conscientes y que se convertía muy rápidamente en el libro que es ahora, en eso no hubo dilaciones, no fue una obra que tardó mucho en conocerse, no, fue reconocida casi inmediatamente como una obra maestra y singular.

Público: Una de las críticas que ha recibido Rayuela siempre ha sido la aparente pedantería del autor. Lo que me gustaría que explicaran es qué sentido tiene en la novela tantos datos culturales que a veces parece que te alejan un poco de la novela. Si no tienes una guía que te lo vaya explicando hay muchísimas cosas que te pierdes o que no puedes entender. ¿Qué significado tienen tantos datos?

Francisco Porrúa: Ése es el libro, además es un libro argentino, es un libro cosmopolita.

Mario Muchnik: Como dice Abel Posse en el artículo del que os leí alguna cosa esta mañana, que lo llama un “Ulises para teenagers”. ¿Qué te parece?

Francisco Porrúa: No está mal, no está mal.

Mario Muchnik: Pero, efectivamente, y en serio, hay una pregunta honestamente hecha y yo creo que algo se debería de decir, ¿cómo es que Cortázar tiene en esta novela tanta necesidad de hacer referencias culturales?

Francisco Porrúa: Es simplemente porque él vive esas referencias culturales. Últimamente he leído algo parecido con respecto a las obras de este escritor español, Vila Matas, que abundan en referencias culturales. Pero eso es él, eso es el libro, el libro es la vida qué el tiene, que está llena de referencias, y evidentemente Julio era un hombre muy culto, muy interesado en todas las artes, sabía mucho de música, de pintura y, naturalmente, eso aparece en los libros de él. En algunos casos, como en Los premios, es notable que los pobres ciudadanos de Buenos Aires que suben a ese barco empiecen a discutir de Schoenberg y de Mallarmé, pero es el mundo de Julio.

Mario Muchnik: Pero si es lo típico, es lo típico, si ahí se lo reconoce como tal.

Jean Andreu: Es muy porteño.

Francisco Porrúa: Porteño.

Mario Muchnik: Sí. No sé si está satisfecho nuestro amigo, pero es que el mundo que se presenta en Rayuela es ése.

Francisco Porrúa: Sí, totalmente de acuerdo.

Jean Andreu: Además pienso que en esta especie de dispersión cultural, porque Rayuela es eso también, las referencias tienen que ver también con escapar a ciertos nacionalismos culturales, es decir que en Rayuela se reúnen toda clase de referencias, incluso toda clase de idiomas. Esto puede ser un indicio interesante, como apertura, no diré tanto como apertura mundial, pero como una gran apertura cultural para el lector. Bueno, es cierto que cuando uno lee Rayuela, yo recuerdo muy bien que hay una pequeña cantidad de referencias que no conocía para nada, que cita Julio Cortázar y que yo no sabía ni qué era, esta gente, estos libros... Bueno, uno se informa...

Mario Muchnik: Bueno, pero uno se informa si uno tiene una especie de Sherlock Holmes. Lo que pasa es que si uno lee un clásico también se va encontrar con cosas que, claro, están los profesionales que tienen que resolver, frase a frase, palabra a palabra, todos los problemas que plantea un clásico, pero un lector puede también usar su intuición y si no tiene el acceso directo a una referencia o, digamos, no tiene la solución de ese enigma que se plantea, pequeño enigma de vez en cuando, tampoco es grave. Se puede leer Rayuela perfectamente sin tener la cultura de Julio Cortázar, faltaría más, entonces nadie leería.

Francisco Porrúa: Pero mirá yo diría que esto es una característica de la Argentina, de Argentina y de los países latinoamericanos en general, son esos países que, como todos los países latinoamericanos, tienen cien, doscientos años de vida, doscientos años de cultura y naturalmente esa cultura es escasa y naturalmente la escasez de la cultura hace que se incorpore la cultura universal. Es decir, el lector argentino medio que yo recuerdo es un lector que conoce todas las literaturas, que lee literatura italiana, literatura inglesa, rusa, francesa, norteamericana, casi siempre en sus idiomas originales, y eso es la consecuencia de la necesidad de tener que inventarse un pasado cultural. Ese pasado cultural es un pasado universal. Y entonces naturalmente en Rayuela aparecen todas las culturas, incluso la cultura oriental y eso es realmente la cabeza de un porteño inteligente, evidentemente es así.

Mario Muchnik: Y no es sólo en Rayuela, te lo vas a encontrar en muchas otras obras y en particular en Julio, te lo vas a encontrar, como hablamos esta mañana, en El examen, donde hay una serie de referencias culturales, como decíamos “la hoja en la tormenta” ¿qué es la hoja en la tormenta?

Nieves Vázquez: Yo creo que también la incorporación de todos esos elementos culturales sirven a una idea, yo creo que Julio Cortázar huye de ese lector que está queriendo saber cómo acaba la historia, queriendo seguir una acción simplemente al modo tradicional, decimonónico, que encontró a la Maga, que si se relaciona con la Maga, que si esto o lo otro, cómo es el final de esa historia, huye de esa forma tradicional fácil e incorpora todos los elementos que hacen sorprender al lector, distorsionar ese discurso tradicional, fragmentando el discurso e incorporando elementos que entorpecen esa lectura fácil. Yo creo que huir de la acción por la acción que estaba ya en los relatos e incorporar otros elementos que se alejan de la acción hacia lo que es el individuo, explica también las referencias culturales, como un mecanismo de experimentación, no solamente porque los argentinos son así, sino que era una voluntad de romper el discurso del cuento donde uno lo que busca es que las cosas ocurran y cómo termina la historia de amor.

Mario Muchnik: Efectivamente.

Público: Quería retomar lo que han dicho antes sobre la vigencia o no, la actualidad de Rayuela más allá de todo lo que han dicho del éxito de ventas. El profesor Andreu ha dicho que la consideraba como una novela profética en un sentido, era como una intuición, yo, humildemente le digo que me apego a ese comentario, que le doy la razón y quería añadir algo para lo cual usted que desde luego tiene una experiencia de lectura, o cualquiera de los otros dos señores desde el plano de la edición, mucho más prolongada que la mía. Pero a mí me parece que sí, que es una novela profética y que podemos encontrar ya ciertos ejemplos. En el documental que se ha proyectado de Cortázar de “A fondo”, él decía que no la consideraba una antinovela, como la crítica la llamaba, sí que iba contra la idea tradicional o de su propia actualidad de la novela, es decir, cambiar el concepto de novela desde el momento en que trataba de cambiar la actitud del lector, provocar una implicación mucho más fuerte. Bien, estamos en el año sesenta y tres, cuarenta y un años después nos encontramos con la proliferación de micro-relatos, la micro-ficción (se está llenado todo de congresos sobre el tema), y hay un tipo de novelas muy extensas, que ahora citaré, que a mí me plantean el problema de si se trata de grandes novelas fragmentadas, de las cuales perdemos el sentido, o si se trata, visto a la inversa, de la proliferación de micro-relatos, y todo eso yo creo que parte de Rayuela. Ese tipo de concepción la encontramos por ejemplo en La velocidad de las cosas de Rodrigo Fresán, argentino, en cierta parte de la literatura de Vila Matas, en el último Bolaño, quizá, y en todos los escritores de micro-ficción, empezando por jóvenes como Andrés Newman, hispano-argentino que escribe desde Granada. No sé si saben que Seix-Barral está tratando de levantar a un grupo de escritores sudamericanos del rango del los treinta y poco a los cuarenta y pocos años, que une también a varios escritores del continente, Volpi, Fresán, Gonzalo Garcés, cuyo mentor sería Bolaño). Y para mí, en cuanto a la vigencia, más allá del tratamiento de la fragmentación, como en el contenido de las grandes cuestiones del hombre, también esa fragmentación como definitoria de la forma de la novela actual. Estoy hablando de novelas, por ejemplo, en el caso de La velocidad de las cosas, que son también quinientas páginas, y que nos dejan siempre con la misma sensación de algo no terminado, es una narración prolongada, pero no lineal, todo lo contrario, que deja esa especie de ebriedad serena, o de satisfacción, de saber que hay algo ahí, pero que no se nos muestra del todo. Y que supongo que habría que remitirnos a uno de los maestros tanto de Cortázar como de todos los posteriores, que es Borges, cuando decía aquello de que el arte es la inminencia de una revelación que no se produce. Yo creo encontrar reflejos claros, al menos en cuanto a la forma, en este tipo de novelas, de lo que puedo estar yo familiarizado con la última novela hispanoamericana de finales del siglo XX. Y en cuanto a la proliferación de datos, que es un signo de la posmodernidad, pero no sólo las referencias culturales, sino la mezcla también de géneros, que en principio al lector de ahora le desconcierta, porque no podemos abarcarlo todo, pero supongo que también será significativo cuando dentro de unos años, y haya más perspectiva, disciplinas como la Historia de la Cultura vengan a estas obras y puedan utilizar todos estos datos para interpretar lo que ha sido este fin de siglo. Porque si convenimos con la idea de que todos los fines de siglo se parecen, o al menos, los dos últimos, supongo que una de las cuestiones será en cuanto a la dificultad que nos plantean estas novelas, y esto es una pregunta que les lanzo: esta dificultad buscada, deliberada, que quizá ni el propio autor pueda resolver en algunos de los caminos que abre, ¿no se parece en algo a esa actitud exclusivista y de exigencia de perfección al lector que había en el modernismo del fin de siglo anterior como una forma de afirmación?

Mario Muchnik: Yo creo que no. Yo creo que Julio no puso nada que no fuera deliberado.

Francisco Porrúa: Sí, sí, ante todo.
Mario Muchnik: Eso es evidente. Ahora, no puso nada por imitación, es decir, él no tenía un precedente, estos chicos sí tienen un precedente, y si ponen cosas deliberadamente, es deliberadamente imitatoriamente.

Público: No pregunto por los detalles que incluye sino por la actitud que provoca la inclusión de esos detalles.

Mario Muchnik: Pero yo creo que en Julio hay este aspecto que decíamos hace un momento de juego, a vida o muerte, pero juego, la actitud juguetona de Julio. Yo creo que cuando Julio cita a Kierkegaard es juguetón, hay una ironía en Julio, no es una simple referencia cultural, porque entonces sería ilegible Rayuela, todo Julio sería ilegible. Es decir, la gracia de Julio está en que él no pretende que tú sepas en virtud de qué cita a fulanito o menganito, eso déjalo para los eruditos, porque seguramente hay una razón. Ahora, yo debo confesarte que no he leído a Fresán, más que algún artículo, no he leído a Bolaño, ni siquiera un artículo, es decir, conozco muy mal esa generación de los treintañeros como dices tú, que indudablemente supongo que tiene interés porque la gente habla, lee, compra, etc., pero, así como tú lo planteas, me da la impresión de que estás diciendo que si hay una relación entre esto y el trabajo que hizo Julio Cortázar en esa misma dirección, de referentes culturales, o a lo mejor no entendí bien la pregunta.

Público: En cuanto a la forma, me refiero, Rayuela tiene una forma única dentro del boom, pero que ahora se está multiplicando.

Mario Muchnik: Sí es posible, yo creo que Cortázar hasta ahora, en todo caso, no había hecho escuela. Yo creo que Julio no hizo escuela.

Francisco Porrúa: Bueno, hay una cosa común entre todos estos nuevos escritores, hay algo en común, pero que no viene de Cortázar, viene de la naturaleza misma de las lenguas latinoamericanas del Sur, que es la oralidad, la tendencia a una prosa conversada, una prosa natural, que es un poco ajena a la tradición española, que ha preferido casi siempre cierto barroquismo, la profusa combinación de adjetivos y adverbios. Yo lo que veo de común entre Fresán y Bolaño, estos escritores que acaban de citarse, es eso, es la visión latinoamericana del lenguaje, que es una visión no de tipo libresco, sino que nace de la conversación y de la experiencia cotidiana. Eso tiene relación con Julio porque Julio también tenía esa prosa, es una prosa musical y que al mismo tiempo parece conversada, pero nada más, no creo que haya absolutamente ninguna relación de influencia.

Mario Muchnik: Pero él se refería a la cosa formal, esto de la fragmentación en micro-relatos concretamente, o sea, la construcción de una novela de quinientas páginas mediante la suma de una cantidad de micro-relatos, a lo mejor cada uno de una página y si eso le debe algo a Julio.

Francisco Porrúa: Sí, es posible en ese sentido.

Mario Muchnik: Es posible, pero no me atrevería a afirmarlo.

Nieves Vázquez: Pero sí podríamos recordar que la forma de micro-relato y la abundacia del micro-relato actual, muchas veces se olvida que el micro-relato está en Historias de cronopios y de famas.

Mario Muchnik: Historia de cronopios y de famas, ése es tu coto privado de caza.

Francisco Porrúa: De cronopios y de famas, de famas, Julio insistía mucho en esa preposición segunda, porque si no es otra cosa, Historia de cronopios y famas equivaldría a decir que hay cierta convivencia entre cronopios y famas.

Nieves Vázquez: Alguna otra pregunta.

Público: Sobre la vigencia de Rayuela y sobre la cantidad de información, a mí me parece que sigue vigente, de una actualidad y de una realidad pasmosa; y sobre la cantidad de información, es de una persona rica en cultura, rica en vida y que en algún momento tiene que echarlo fuera. Es una contranovela, que va contra la novela tradicional porque la novela tradicional te cuenta algo de una manera mucho más sencilla; los personajes están hablando y te describe luego algo, pero en esta obra es lo que nos está pasando constantemente, o sea, yo estoy hablando ahora y al mismo tiempo os estoy viendo a vosotros y al mismo tiempo puedo escuchar un teléfono, pero es que además estoy viendo allí la foto de Julio Cortázar, al mismo tiempo puedo oír una música y a lo mejor cae un trozo de periódico por aquí, un papel, y yo lo leo; o sea, lo que está expresando es la cantidad de observación de que una persona es capaz y al mismo tiempo las cosas que le van ocurriendo. Julio Cortázar creo que ha sido la única persona capaz de decidirse a contar las cosas, con la cultura que poseía, de la manera en que se están viviendo.

Público: Yo quería hacer una pregunta tanto a la mesa como a cualquiera de los aquí presentes referentes al comienzo de la novela. Hay dos citas que no acabo de comprender muy bien qué función pueden tener dentro de la estructura de la novela. Después del Tablero de Dirección hay un pequeño texto que dice “Escrita en toscano por el abad Martini, con las citas al pie: Traducida al castellano por un clérigo seglar de la congregación de San Cayetano de esta corte“. En fin, y sigue. Y a continuación otra de un tal César Bruto, lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy (capítulo: Perro de San Bernaldo). A lo mejor esto que estoy preguntando es una tontería, pero yo he leído dos veces el libro, varios estudios sobre la obra y no acabo de ver qué función tienen estos textos en la obra. Y también una pequeña reflexión que, a pesar de todos los que estamos aquí creo que nos está costando un poco entrar en Rayuela, está resultando un poco impermeable la obra y no sé por qué, supongo que porque será que, como dice Cortázar, en el documental que hemos visto de “A fondo”, citando un verso de Lorca, de Poeta en Nueva York: “Soy como un pulso herido que ronda las cosas del otro lado”, y quizá nosotros estamos demasiado ubicados en este lado y por eso nos cuesta tanto trabajo hablar de esta obra.

Mario Muchnik: César Bruto, ¿tú sabes quién es Cesar Bruto? Famoso pensador porteño, tenía una columna que se llamaba “miO pinióN”, claro, miO con la o mayúscula, claro. Julio sacó mucho de César Bruto porque cuando él de pronto quiere realzar irónicamente un concepto le pone la mayúscula al final o le agrega una hache en algún lugar para reírse. César Bruto era un personaje muy importante en la cultura porteña de aquellos años, iba acompañado de un dibujante muchas veces que se llamaba Oski y que era la versión porteña de Saul Steinberg, en mi opinión, en miO pinióN. La otra cita no la recuerdo ahora, yo no recordaba esa cita, a ver si Paco nos puede aclarar algo, la de César Bruto, sí.

Público: Lo que yo quería decir, siguiendo en la línea del último que ha intervenido, sobre el posible temor de que no estamos entrando en donde queremos entrar, que es en la propia novela, a lo mejor es que hablando como estamos hablando de citas pedantes o de dificultad deliberada, etc., quizás con eso le estamos haciendo un flaco favor a la obra en sí. Yo, como lector aficionado, no especialista, no lingüista ni profesor de lengua ni nada, si yo quisiera convencer a otra persona para que leyera el libro le diría que es un libro que en realidad nos habla de cosas sencillas, de lo que le apasiona a una persona determinada que en este caso sería el protagonista de la obra, el tal Horacio. Y dos cuestiones concretas. La cuestión de las citas, que se cree que pueden ser pedantes, etc., yo pienso que no es así, porque de lo que se trata es de la vida cotidiana de los personajes del libro, que de pronto diga que tiene el bidé lleno de discos porque no le caben más en la casa o que vienen de escuchar un cuarteto de Haydn, porque no solamente hay jazz en el libro, también hay muchas otras cosas, es que eso es el pan de cada día de los personajes. Yo estoy un poco harto de que, no sólo en Rayuela, sino en cualquier otro libro o película, cada vez que se hacen referencias culturales siempre, o se toman por el lado pedante o se toman como diciendo: “¡Uy!, yo esto no lo sé, voy a coger la enciclopedia o yo esto no lo voy a entender”. No, creo que por parte de Cortázar nunca hubo la intención, como ya habéis dicho por la cuestión de la humildad y demás, de mostrarse como alguien de mucha cultura, sino todo lo contrario; él tenía una serie de cosas que le gustaban y quería mostrarla a los demás, y tanto es así que pienso que nunca un libro con tantas referencias culturales ha sido menos erudito, porque Rayuela no es un libro de erudición, sino es un libro de mucho contenido cultural. Pero así como otras personas dedican su tiempo libre a hacer otras cosas que podéis imaginar, pues él se dedicaba a leer y a escuchar música. Eso por un lado, es la primera parte de la intervención mía, y la segunda, en relación con la dificultad deliberada, yo pienso que Rayuela está lleno de frases sencillas que, o bien las hemos dicho todos alguna vez, o bien, como es un libro tan vigente en verdad, pues son frases que están metidas en todos nosotros, y me gustaría citar dos o tres. Por ejemplo, ese paraguas del que dice: “Pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque”, es de una sencillez melancólica muy adolescente, ahí no hay segundo mensaje, o cuando dice: “Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”, ahí hay un romanticismo incluso ingenuo. Quizá por ese camino podríamos entrar un poco en el libro, porque yo no quisiera irme de aquí con la sensación de no haber aprendido nada, yo quisiera que esto se pareciera a una charla de amigos, a los que les gusta en este caso un libro, donde cada uno expresa su impresión o emoción al leerlo y quizá por ese camino podríamos llegar a hablar del libro realmente porque hasta ahora, estoy de acuerdo contigo, en que del libro no hemos hablado, hemos hablado de la génesis, de las circunstancias que lo rodearon, de las posibles influencias literarias posteriores, bueno éste es quizá mi estado de ánimo ante lo que estamos hablando. Gracias.

Nieves Vázquez: ¿Quién quiere hablar del libro? Bueno, yo creo que del libro se ha hablado, pero también creo que nos estáis pidiendo -bueno no a mí, porque yo no soy teóricamente la que interviene-, pero estáis exigiendo respuestas y no preguntas. Es que yo creo que Rayuela es un gran pregunta sin respuesta. Podríamos hablar de los temas del libro. Francisco Porrúa resumió lo que para él significaba el libro que era el tablón en el vacío existencial. Si queréis podemos seguir dándole vueltas al ovillo, la mesa ha resultado así, pero en vuestras manos está también que sigamos hablando de más cosas del libro. Pero es esa búsqueda, es esa necesidad de respuestas que yo creo que Julio Cortázar no podía dar y yo creo que es eso, es esa imposibilidad de responder. Queremos una explicación racionalista, positivista, queremos apartados, el tema A, el lado de allá, el tema B, el lado de acá, el lado de allá, las morellianas, el kibbutz del deseo, bueno esto ha sido así.

Público (Armorius): Vamos a ver, contestando desde la posición también de un lector que además no soy filólogo y puedo dar una opinión muy alejada de lo que es un estudio erudito y demás, pero muy sensible, y contestando a la pregunta que se ha hecho sobre esas dos primeras citas. Yo en primer lugar creo que Rayuela es un texto muy irónico, muy cómico, si no nos damos cuenta de que hay muchísima ironía, muchísima broma, muchísimo humor, nos estamos perdiendo más de la mitad. Hay muchas citas en Rayuela a las que creo que no hay que buscarles más explicación que ese puñetazo que nos dan en la cara y esa sorpresa que nos produce, y quizá esas dos primeras citas ya nos ponen un poco en guardia de lo que nos vamos a encontrar. Luego, con respecto al tema de si Rayuela sigue vigente, para mí por supuesto que sigue vigente, pero sigue vigente por dos cosas: una se ha dicho ya aquí, y es porque Rayuela abre una puerta que luego nadie se atreve a continuar, quizás por su perfección, es decir Rayuela es un ramalazo de luz y yo muchas veces me he planteado como lector cómo después de Rayuela se puede seguir escribiendo verdaderos bodrios y cosas que parecen hechas con máquinas de churros. Por qué algunos escritores no tienen la decencia o la humildad de reconocer que hay puertas abiertas que son puertas cerradas, donde uno si no tiene una talla como escritor no debería de intentar entrar, y ganarse la vida de otra manera. En ese sentido Rayuela está vigente, pero pienso que Rayuela también está vigente porque Rayuela es un libro sensible y trata de problemas del hombre y como tal se ha convertido en un clásico muy pronto y un clásico para gente que ha sufrido una búsqueda en su vida. ¿Por qué Rayuela tiene esa cantidad de citas? Porque refleja un tipo de vida, refleja a unos personajes, refleja a unos personajes que se buscan en toda esa cultura; pero cuidado, también las tiene por contraste. Es decir, fijaros que los personajes felices de Rayuela no son esos personajes supuestamente recreados por esa cultura, por ese conocimiento. Hay una parte preciosa en la que la Maga, que no se entera de nada, Oliveira reconoce: Mira, esta mujer no se entera de nada, siempre está al margen, hay que explicárselo todo, pero es la que ve la hoja seca, es la que ve el detalle feliz. Y ella le dice a Oliveira: Tú siempre estás mirándolo todo desde fuera, no te das cuenta de que esto es un cuadro del que todos formamos parte y tú no te quieres ver dentro de ese cuadro, andás ahí con tus historias, con tus parafernalias, párate, bájate al mundo y vive y sé feliz en esta vida, que es lo que tenemos. Yo creo que ese contraste no se puede crear si no es con la vitalidad de unos personajes, con la sencillez de unos personajes y con esa carga de citas, de intelectualidad de otros personajes, que buscan su felicidad sin encontrarla. Para mí Rayuela es, y sé que no voy a ser original, porque tomo el nombre de prestado, un verdadero cuaderno de bitácora de personas que necesitan una búsqueda permanente y que tienen que luchar por no enredarse entre hilos de colores y al final salen de ese laberinto.

Mario Muchnik: Querría acotar, después de esta intervención brillante, que es un coloquio totalmente cortazariano, en donde aquí hay una serie de eruditos que estamos todos diciendo cosas, hay un público que dice que no aprende nada y resulta que las lecciones vienen del público, o sea que yo me inclino ante un público tan brillante.

Francisco Porrúa: Yo creo que el público podría venir aquí y nosotros a escuchar, ¿por qué no?

Mario Muchnik: Una gran mesa redonda.

Francisco Porrúa: Con cuatro oyentes.

Mario Muchnik: Aurora quiere decir algo.

Aurora Bernárdez: Me ha gustado mucho lo que acaba de decir este chico, no sé si es el mismo que me habló hace unas horas. No sé. Bueno, un chico se acercó a mí y empezó por decirme: “Yo he pasado momentos muy malos hace un tiempo, conflictos muy graves en mi vida -un muchacho muy joven, veinte años o veintidós, qué sé yo, pero eso no quita que haya pasado por serios momentos- y leí Rayuela y me hizo muchísimo bien, quiero saber si Cortázar era como Oliveira”. Le contesté: “Oliveira es un personaje y por lo tanto la parte de imaginación es grande; en todo caso, Julio no terminó en una habitación rodeado de piolines sin saber cómo salir”. “¿Y qué es lo que quiere decir eso?”. “Que tiene que seguir buscando”. Ésa, creo, es la lección de Rayuela, una incitación a seguir buscando porque, como se ha dicho, no hay respuesta y la vida es eso, buscar respuestas para lo que no las tiene, por ahora al menos. La cultura, la erudición no son lo esencial, aunque sin esa cultura, sin esa erudición Rayuela no se hubiera escrito, ¿no les parece?

De "Volver a Cortázar". Libro que recoge las actas del Congreso "20 años sin Julio Cortázar", celebrado en la Universidad de Cádiz en marzo del año 2004. Coordinado por Nieves Vázquez y editado por el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz. Cádiz, 2007.

El Zen en Rayuela

El objeto del Zen es devolvernos nuestro rostro original, nuestra inocencia. Sin embargo, para hacerlo, emplea procedimientos asombrosos. No vacila ante ningún método: la risa, el absurdo, la provocación, la brutalidad, y también la ternura, la compasión, lo maravilloso, la poesía, el silencio… Y a ello añade el misterio. A menudo, estamos “a punto” de comprender, ya vamos a “comprender”, y nos desconcierta, no lo captamos. En todas las formas del arte zen subsiste la parte insólita. El Zen privilegia la nota incierta, la línea quebrada, el dibujo asimétrico. Y es que una forma perfecta está cerrada, muerta. La definición clara asesina. El Zen ofrece siempre una salida por donde se deslizará la intuición, por donde nacerá la posible chispa.

Henri Brunel. Los más bellos cuentos Zen, seguido de El arte de los haikus. José J. de Olañeta, Editor. Palma de Mallorca, 2007.

Rayuela alrededor de una mesa (I)

Mario Muchnik: Yo tenía que moderar esta mesa, pero resulta que ahora formo parte de la mesa, me tengo que automoderar y eso jamás, sobre mi cadáver. Yo no sé qué decir sobre Rayuela que no se ha haya dicho ya, yo no sé qué decir sobre Rayuela. Rayuela fue el segundo libro de Cortázar que leí, lo dije esta mañana, el primero fue Los premios y el segundo fue Rayuela, luego, me metí con los cuentos, pero como editor debo decir que le tengo una gran envidia a Paco, no me siento lo bastante seguro de mí como editor como para afirmar que si a mí me hubiera llegado Los premios o Rayuela yo me hubiera arriesgado a editarlos. Y, claro, esta visión de un gran editor…, como a editar no se aprende, yo no sé cómo se hace uno editor, francamente, no tengo idea, pero nos reconocemos, en todo caso yo reconozco, y reconozco a un gran editor, y un poco como que me siento inhibido, no sé qué más decir, francamente, te paso la palabra, Paco.

Francisco Porrúa:
Bueno, un poco como decís vos, es difícil hablar de Rayuela, porque es ante todo un libro que nos conmovió y las especulaciones de tipo intelectual quizá estén un poco de más. Pero yo quisiera hablar sobre mi primera experiencia de lector, de lector y editor de Rayuela. Es decir el libro llega a mis manos después de Los premios. Ya Julio me está anunciando que va a ser una obra insólita, que sobre todo sorprenderá a los editores, como fue cierto, por otra parte. Y bien, recuerdo la tarde en que terminé la lectura de Rayuela. Me quedé un poco o bastante desasosegado, bastante inquieto por lo que había leído. Mi primera reacción fue decirle a Julio, tengo ganas de tirarte el libro a la cabeza. Él me contestó que eso era lo que esperaba de mí y yo también comprendí mi reacción: un movimiento que era evidentemente una metáfora, una imagen de lo que me había ocurrido como lector. Sentí que Julio había lanzado un proyectil a la cabeza de los lectores, había intentado romper la cabeza de los lectores, el orden común, y darles una visión nueva. Y entonces, reconocí en mi actitud una reciprocidad. De algún modo yo quería mostrarle que había entendido el fundamento de Rayuela.

Y de ahí, con los años, empecé a pensar en el significado exacto de mi reacción, es decir, si tenía algún significado, quizá de tipo histórico, de tipo cultural, y me descubrí especulando sobre la presencia de la nada en la filosofía contemporánea. No quiero hablar de las posibles influencias filosóficas sobre Julio, que eso no nos interesa, pero sí de qué modo Rayuela parece recoger el pensamiento de esa época, que en Francia abarca todos los cincuenta y termina seguramente en el sesenta y ocho, y que es una época no de incertidumbre, es una época de búsqueda, de iniciación, de darse cuenta de que en la vida hay siempre un hueco, un carencia, una ausencia, algo que falta. Yo recuerdo siempre del libro como capítulo fundamental el episodio del tablón, donde Horacio está suspendido sobre el vacío en un tablón, esa imagen de estar suspendido sobre el vacío o estar suspendido sobre la nada, estar suspendido sobre la nada porque las convenciones, los valores, costumbres, ya no son el fundamento del mundo. Esa presencia de la nada, ese hueco, ese patio de Buenos Aires en el que Horacio puede desaparecer, me parece que está presente en toda la obra, me parece que es una corriente que anima todo el libro o que sostiene todo el libro desde un principio hasta el final. Desde fuera, mirado con un criterio un poco más histórico, es el mundo de Kierkegaard, es el mundo en que Kierkegaard dice a Hegel: “Hegel conoce todos los problemas menos el suyo”; es el mundo del existencialismo francés, donde la nada es omnipresente, o subyacente, no sólo en la obra de Sartre y Camus, también en la obra de Blanchot, en la obra de Cioran, en la obra de Bataille. Y esa presencia de la nada hace que la conducta se constituya de un modo completamente diferente, y el enorme talento literario de Julio muestra cómo de un modo sencillo, de un modo cotidiano, cuál es el problema fundamental de nuestra época. En ese sentido creo que es un libro completamente actual, es un libro que nos dice que la autenticidad, la actitud auténtica ante la vida, no es de ningún modo buscar en la historia los ejemplos más esplendentes o más repetidos, sino que es una creación continua, una creación que se repite en circunstancias muchas veces contingentes. La presencia de lo contigente es muy grande en Rayuela, es muy poderosa, los personajes parecen encontrarse siempre en situaciones donde lo contingente es lo inevitable. Aunque hay personajes como Morelli, que parecen ser la voz de la filosofía, el milagro de Julio es haber convertido esa idea de la precariedad de la existencia o de la precariedad de los valores o las numerosas dudas que podemos tener sobre la naturaleza humana, en materia novelesca, en materia novelesca suelta, espontánea, de algún modo reveladora o siempre reveladora, no como exposición teórica, sino como ejemplo de vida cotidiana, y eso, creo, es lo que influyó, eso es en parte seguramente lo que trastornó a muchos lectores.

No hace mucho tiempo leí en la Revista de Occidente la confesión de un escritor mejicano. Cuando leyó Rayuela, decía este escritor, su visión, la visión que él tenía de sus propias emociones, de cómo se vivían las emociones en este mundo, cambió radicalmente, fue desde entonces una visión mucho más espontánea, mucho más natural, se terminaron los hábitos y las ceremonias y apareció otra cosa, apareció la vida misma, la vida entera. Y yo creo que decir eso de un libro es simplemente algo prodigioso, una visión semejante se puede quizás alcanzar con un gran poema, o en una larga meditación solitaria, pero Julio nos dio eso, la vida desnuda, la vida auténtica, nos la dio de pronto, de golpe y de repente en unas páginas inolvidables que todavía tienen la vigencia de entonces. Porque evidentemente los problemas de la llamada naturaleza humana, los problemas del hombre y la mujer actuales son los problemas de Rayuela, y a lo que nos invita Julio es a una actitud de mucho coraje, una actitud de olvidar lo hecho, olvidar lo construido anteriormente, olvidar la propia autoridad para encontrar una vida de algún modo verdadera, de algún modo plena. ¿Contestás a eso? [a Muchnik]

Mario Muchnik:
¿Yo, contestar a eso...?

Francisco Porrúa:
¿Para eso estamos, no?

Mario Muchnik:
Vamos a dar la palabra...

Jean Andreu:
Yo no sé demasiado, tampoco, lo que voy a decir. Primero indico a la gente que llegó tarde que, a pesar de lo que reza en el panel inicialmente previsto, desgraciadamente no soy Saúl Yurkievich, lo lamento. Lo lamento porque es un gran crítico y un enorme poeta.

Yo soy Jean Andreu. No confundan. Antes de hablar propiamente de Rayuela quisiera decir dos palabras a propósito de Paco Porrúa. A Paco Porrúa lo conocí en el sesenta y nueve por indicación de Julio. Julio, antes de mi primer viaje a Argentina, me dijo: “Tienes que ver a fulano de tal, fulano de tal, fulano de tal”. Uno de ellos era Paco Porrúa. Y a Paco Porrúa lo fui a visitar en la Editorial Sudamericana. Me recibió en un inmenso escritorio sombrío. Paco se parecía a una especie de minotauro en medio de su laberinto, laberinto constituido por anaqueles de libros por todos lados. Y allí hablamos, por cierto, de Julio y un poco de Rayuela, sobre Rayuela voy a volver más tarde. Pero a propósito de Paco Porrúa como editor, en casa, en Toulouse, tengo la primera edición de Rayuela. Físicamente, digo, no tiene nada que ver con esto [muestra la edición que tiene en la mesa]. Es un libro de tamaño normal, muy espeso, de tapas negras con una rayuela dibujada en la tapa. Este libro lo leí, lo leí varias veces, pero no tanto, y esto quizá sea un reproche a Paco Porrúa, no tanto para que esté este libro en el estado en que está hoy; se le cayeron las tapas, las páginas se deshicieron..., era una encuadernación en rústica. Bueno y quisiera preguntar, cómo hizo en cuanto a editor Paco Porrúa para editar un libro, que era un libro muy espeso, que no era la norma en la época, ¿técnicamente hubo problemas?

Paco Porrúa:
No, ninguno. No, bueno, hubo algunas actitudes raras en el directorio. El directorio se reunió, consideró, pensó o trató de pensar en lo que era el libro y me enviaron un mensajero a mi oficina. Un mensajero que dijo: “Los señores quieren saber qué significan erótico y lúdico”. Yo les dije, “Bueno, creo que es el amor y el juego”. Se quedaron tranquilos y el libro fue adelante.

Mario Muchnik:
Magnífico. Pero..., sólo una acotación. El libro no es tan gordo, se imprimieron en aquella época libros más gordos.

Jean Andreu:
¿Sí?

Mario Muchnik:
Sí, en la Argentina también, lo que pasa es que si te fijas en la página de colofón dice “Printed in Argentina”. Entonces eso te explica, en ese momento evidentemente en la Argentina y durante mucho tiempo los libros duraban lo que duraban, ahora, el papel era bueno, el papel no era malo, era buen papel, era ese papel con pelusa. Porque yo tengo esa edición, de vez en cuando barro la pelusa, pero es muy satisfactorio. Esas ediciones definieron un cierto concepto de libro literario, ésta es la cosa. Entonces el papel es el que es y es muy agradable, la encuadernación es la que es y no es eterna. ¿Quieres hablar sobre Rayuela...?

Jean Andreu:
Un indicio, únicamente. En el orden de mis lecturas de los libros de Julio Cortázar, Rayuela, para mí, esto no agota el tema, para mí la sorpresa fue que por primera vez veía el mundo de Cortázar, veía los personajes de Cortázar en un ambiente francés, el ambiente parisino, y esto para mí fue una sorpresa. Yo, que había empezado a leer a Cortázar para familiarizarme con el ambiente argentino, con la topografía argentina, con el lenguaje argentino, de repente, con Rayuela me encuentro en París, con argentinos, por supuesto, y esto para mí fue una revelación. De modo que, curiosamente, en la parte parisina yo me sentía como extraño y tuve que esperar a la parte de Buenos Aires para volver a sentirme, digamos, a mi gusto, en la Argentina.

Mario Muchnik:
Para mí es interesante porque yo leí Rayuela en Londres, pero poco antes de ir a vivir a París. Y a mí no me molestó nada, es decir, que no era un hecho importante, insólito o inesperado o que me descolocara, digamos, el hecho de encontrar esos personajes que actuaban en París. Es interesante lo que tú dices porque tal vez sea que tú tengas una percepción que sea interesante para mí que yo no tengo.

Jean Andreu:
A lo mejor para mí era una visión neocolonialista. ¿Cómo puede venir un americano a hablar de Europa? No, no, es cierto que en la época, en los años sesenta, por lo menos en Francia, teníamos una visión bastante exótica del mundo americano. Como digo, entre nosotros, en aquel entonces en la universidad se hablaba sobre todo de la novela indigenista, se hablaba de la novela de la revolución mejicana. También para nosotros, digamos, lo más avanzado de la literatura, hablo de los años cincuenta, sesenta, era Rómulo Gallegos. Buenos, ustedes si conocen un poco este tipo de literatura pueden ver qué salto cualitativo representaba Rayuela. No tiene nada que ver.

Mario Muchnik:
Eso es verdad.

Nieves Vázquez:
A mí me gustaría que Francisco Porrúa rememorara un poco esos momentos germinales de Rayuela, esos momentos iniciales en la redacción, las cartas, esas conversaciones con Cortázar, los momentos de elaboración de la obra, lo puntilloso que era Julio.

Francisco Porrúa:
Bueno, sí, podemos contar la historia desde el comienzo. Es decir, yo llego a Sudamericana, eso lo he repetido muchas veces, y el libro de Julio publicado en Sudamericana en ese momento es Bestiario, es decir, ya está publicado cuando yo llego a Sudamericana. Y hay, como he dicho otras veces, como he contado muchas veces, hay una especie de ignorancia de la obra de Julio, es decir, de ignorancia de Bestiario y Final del juego, pero al mismo tiempo, como en muchos otros casos parecidos, también hay una vida secreta del libro. Es decir, mucho antes, o poco antes de que yo entrara en Sudamericana, ya había algunos amigos que me decían: “Hay un libro de un señor Julio Cortázar en Sudamericana, un libro excepcional”, y se habían vendido sólo unas pocas docenas de ejemplares. Entonces llega Las armas secretas y, naturalmente, con Las armas secretas ya no podía discutirse si era conveniente o no conveniente insistir en la venta de Bestiario. Era un libro nuevo y había que publicarlo de acuerdo a lo que era ese mismo libro, que era un libro que revelaba definitivamente a Cortázar como un cuentista admirable.

Nuestra relación fue muy buena, pero siempre epistolar, es decir, fue casi siempre epistolar, nos hemos encontrado muy pocas veces en la vida, en periodos cortos, pero esa correspondencia era una correspondencia muy verdadera, lo fue para mí desde un principio, en el sentido de que no era una correspondencia de editor a autor, era una correspondencia de amigos, se presuponía que éramos amigos desde el momento en que teníamos la misma visión de los libros y yo tenía una admiración bien clara por los cuentos de Bestiario y Las armas secretas. Bueno, continuó con Los premios, y después tuvimos la alternativa de publicar también El examen. Yo creo que me equivoqué en ese entonces, Julio también prefirió publicar Los premios. Creo que debió publicarse El examen en seguida de Los premios. Y luego llegó la época de Rayuela y luego Julio empezó a anunciarme en cartas: “Ahí va este libro, este libro va a sorprender, este libro no va a ser entendido, este libro va a ser rechazado por los editores”, etc., etc. Y luego viene mi reacción, lo que yo he contado y después mis pensamientos recientes sobre ese entonces. Pero no queda en mí, de esa época, no quedan en mí recuerdos de tipo literario. Lo que queda, es cierto, son recuerdos de tipo humano, es decir, la relación con Julio. Yo contaba hace poco que se habla del carácter único que tiene cada amistad. Cada amistad es diferente de otras amistades y cada amigo es diferente de todos los otros amigos. Con Julio encontramos una especie de comunión de amigos, o comunión de lectores. Todos estamos de acuerdo en la excepcionalidad de él como ser humano. Todos, sin ninguna duda. Es decir, que más allá de sus cualidades personales de amabilidad y de inteligencia, tenía una calidad humana que era absolutamente entrañable y que se comunicaba con todos, con todos era igual. ¿Estás de acuerdo?

Mario Muchnik:
Cien por cien. Estoy totalmente de acuerdo, quiero decir. Yo estoy pensando que estamos aquí en esta mesa... ¿Qué diría Julio de que estemos aquí en esta mesa? Bueno, se sentiría muy contento humanamente por estar con nosotros, antes que profesionalmente. Era un profesional muy bueno, de alta calidad. Julio era un hombre que sabía perfectamente leer pruebas y sabía perfectamente la calidad de los papeles y sabía perfectamente la calidad de las impresiones y demás. Yo recuerdo Los autonautas, él quería que las fotos salieran mal, no que salieran bien, para que fuera lo más posible fotos de viaje. Él no quería que salieran bien las fotos, por eso lo que me dio para reproducir eran ya instantáneas de esas caseras y me dijo: “Que salgan un poco borrosas, no importa, no pasa nada”. Es decir, él sabía, conocía las técnicas. Iba muy lejos. Como cuando había que escribir una solapa. Bueno, en definitiva yo le edité tres libros, pero ya en tres libros comprendí que era muy importante someterle las solapas. El último ya no llegué a tiempo para someterle nada. Pero tenía su visión y tenía su concepción de la función de una solapa, la función de un texto de contracubierta, la función de una ilustración de cubierta, de una foto del autor. Él, en ese sentido, fue para mi un autor yo diría ideal, que ayudaba a resolver problemas. Planteaba problemas y ayudaba a resolverlos y eso para un editor es maravilloso.

Francisco Porrúa:
Yo recuerdo la importancia que él daba a las solapas y una vez me ocurrió algo curioso, de esas cosas que pasaban con Julio muy a menudo, y que eran coincidencias raras, azares que se repetían una y otra vez. Él, muy prudentemente, nunca teorizó sobre eso, simplemente lo expuso. Yo estaba escribiendo la solapa de Historias de cronopios y de famas en Buenos Aires y le dije: “Julio, mirá, estoy escribiendo la solapa y hay algo raro, porque estoy hablando de una habitación cruzada por piolines”. Y él me contestó de un modo completamente natural, como si estuviéramos hablando del café: “Guardá esa solapa para mi próximo libro”. Lo que yo estaba describiendo era una escena de Rayuela.

Terminando con lo que estaba diciendo antes de las cualidades personales de Julio. Algo, que después de haber conocido a muchos escritores, docenas de escritores, doscientos escritores, yo creo que Julio es el único que no se me presentó nunca como escritor protagonista, ni sobre los demás ni contra los demás. Él hacía las cosas como mejor podía, según decía él mismo, y nunca creía haber alcanzado una altura mayor que la de sus colegas, jamás. Jamás le oí, nunca, creo que nadie lo oyó nunca jamás, una voz en la que él dijera: “Yo, Cortázar, digo”. No, no, jamás. Eso es admirable.

Mario Muchnik:
Pero te voy a decir más, es admirable porque como autor tampoco nunca lo vi en la tesitura de venir a darme lecciones como editor.

Francisco Porrúa:
Nunca.

Mario Muchnik:
Eso, fuera del mundo editorial también era así. Julio nunca hizo sentir en mi presencia a nadie que él estaba por encima, más que desde un punto de vista de metros lineales, porque ahí sí que estaba por encima.

Francisco Porrúa:
Muy por encima.

Mario Muchnik:
Todos tenemos preguntas que hacerte [a Francisco Porrúa]. Cómo fue la discusión por el contrato, las condiciones, esas cosas habituales. Yo siento mucho, que a lo mejor esto no le interesa a nadie, pero a mí me interesa muchísimo. Julio cómo era como negociador.

Francisco Porrúa:
Bueno, mirá, en Sudamericana yo tenía un puesto que se llamaba Director Literario, o algo parecido, y era completamente independiente. Eso tengo que reconocerlo y fue algo admirable. Este señor que Julio llamaba el “Old Man”, que era el catalán López Llausás, que desde que murió el hijo en el año sesenta y dos, dejó toda la dirección literaria, excepto los grandes figurones, como Sánchez Albornoz, Salvador de Madariaga, todos éstos seguían tratando con el viejo, pero lo demás lo decidía yo y nunca hubo ninguna clase de interferencia, jamás. Jamás me echaron en cara que este libro no se vende o que este libro se vende menos que el otro, o tenemos que publicar libros que se vendan más, etc. Entonces con Rayuela, cuando ya se habían publicado Las armas secretas y Los premios, naturalmente fue muy fácil para mí. Es decir, no tuve más que decirle al director de la editorial: “Vamos a publicar este libro de Cortázar, que es un libro realmente admirable, que es un libro nuevo, un libro etc., etc., etc.”, y nada más. ¿La relación con Julio en cuanto al dinero? Pues nada, a veces me pedía a mí que yo interviniera en la contabilidad de Sudamericana, pero siempre de un modo muy discreto. Lo distintivo de esa relación era que él trataba con un editor que no tenía compromisos de tipo económico, que no tenía compromisos de tipo ideológico, ninguna clase de compromiso, con una persona independiente y que iba a publicar todo lo que él escribiera. La calidad literaria ante todo, eso primera regla de oro. Y entonces todo fue muy sencillo, muy sencillo, como era, por otra parte, la relación con Julio, no solamente de editor, sino también de amigo, todo era simplemente el sentido común cotidiano cargado de emoción, siempre lo mismo.

Mario Muchnik:
El libro él te lo entregó terminado, completamente terminado.

Francisco Porrúa:
Sí, completamente terminado.

Mario Muchnik:
O sea, Rayuela te llegó y no hubo cambios después.

Francisco Porrúa:
Yo no recuerdo si hubo cambios, porque él corrigió las galeras y las pruebas de página y creo que intentó, es decir, me convenció de que le enviara las galeras, porque generalmente el autor lee las pruebas de página, para introducir modificaciones, quitar líneas viudas, esas líneas inconclusas que a veces encabezan un capítulo, etc., etc., etc., esas cuestiones de tipo técnico, que él llamaba, no eran para él nada literarias. Las llamaba “tareas de corte y confección”.

Mario Muchnik:
Pero, ¿él te fue útil en ese sentido?

Francisco Porrúa:
¿Me fue útil?

Mario Muchnik:
En ese sentido.

Francisco Porrúa:
Bueno, oíme, me fue útil..., te puedo decir que me convirtió en editor, eso es otra cosa, porque el editor, vos lo sabés muy bien, no es nadie, el editor es los libros que publica, si publica buenos libros es un buen editor, si publica malos libros es un mal editor. Él, en sí mismo, no es nadie, es su catálogo.

Mario Muchnik:
Exactamente. No, pero digo, te fue útil en el sentido de que, yo siempre digo que he tenido dos autores, uno era Julio y el otro era Jorge Guillén, que me fueron útiles en el sentido que hicieron un trabajo que normalmente se espera que haga el editor y que el editor además hace, pero viniendo después de autores de ese tipo tiene la vida mucho más fácil y en ese sentido digo yo. A mí Julio me fue muy útil.

Francisco Porrúa:
Tenés razón en que la conversión del manuscrito de Rayuela en libro hubiera sido una tarea larguísima y muy difícil para mí sin la colaboración activa de Julio, que intervino en cada página, en la diagramación, en la compaginación, etc., etc. Evidentemente en ese sentido era un escritor ideal, un escritor que se encuentra raras veces y que te ayuda en tu tarea de editor. Es decir, en este caso una muy buena relación: el editor que comprende los problemas del escritor y el escritor que comprende los problemas del editor, que es algo realmente difícil de encontrar.

Mario Muchnik:
Único, vamos.

Francisco Porrúa:
Bueno, yo quisiera decir algo distinto, porque podemos dar vueltas y vueltas sobre esto, yo quiero decir algo más personal. Al entrar en este acto y ver estas admirables fotografías de Julio, yo creo que podemos decir, y eso lo digo con el corazón realmente, podemos decir que la muerte de un amigo, y la muerte de un amigo como Julio, es impensable, es inaceptable, de algún modo contraría toda nuestra vida, todo el sentido de nuestra vida. Julio era una figura completamente excepcional, que hizo de la amistad también algo excepcional, de la literatura algo excepcional, una persona que quisiéramos ver con nosotros por supuesto. Pero no podemos pensar en nuestras propias emociones, en lo que podemos pensar es en el hecho ineluctable de su desaparición, algo con lo que no podemos estar de acuerdo, y sin embargo está ahí, esa ausencia que es la ausencia de la que hablaba antes, que amenazaba a Horacio y que amenaza a todos los personajes de Rayuela y es una ausencia que de algún modo para nosotros es material de emoción cotidiano. Nosotros vivimos con eso, todos los que fuimos amigos de Julio sabemos lo que eso significa y lo que sigue significando todos los días.

Nieves Vázquez:
En estos días del Encuentro preguntan y preguntan, me preguntan y nos preguntan sobre la vigencia de Rayuela. La pregunta de la vigencia de Rayuela, a mí me parece un poco sin sentido, porque para mí es una obra completamente mía, vigente, pero yo creo que esa pregunta indica un estado de la situación de la literatura. Cómo situar Rayuela ante la literatura que se escribe ahora, por qué esa cuestión de ¿Rayuela sigue viva? Parece que desde ciertas voces se quiere pasar página, como si molestara Rayuela, cuando en realidad los verdaderos lectores la tenemos presente de manera cotidiana. Me gustaría que reflexionáramos sobre eso.

Jean Andreu:
La situación de Rayuela dentro del panorama general de la literatura mundial, española..., no sé. Para mí, y no es ninguna demagogia, ya sé que las escuelas literarias evolucionan, que hay otras modas, que se hacen otras cosas, pero les aseguro que para mí Rayuela sigue teniendo el mismo impacto, sobre todo en un momento en que, yo no leo todo, por supuesto, no leo todas las literaturas, pero me parece un momento en que, en general, la literatura vuelve a caminos que han sido trillados en el siglo anterior; como, por ejemplo, el de la novela histórica, y ver, por ejemplo, cómo escritores de talento, incluso hispanoamericanos, se sacrifican a las estructuras de la novela policial, porque esto atrae a lectores. Claro que hay excepciones, pero en general considero que actualmente la literatura, por lo menos la literatura que conozco, española y francesa, conoce una especie de proceso regresivo, de alguna manera. Claro que los temas son mucho más modernos, ya ha pasado el sesenta y ocho, han pasado las guerras, ha pasado la guerra del Vietnam, está pasando la guerra de Irak y que todo esto se incorpora a la experiencia general. Por supuesto que las mentalidades también han cambiado. Estoy hablando de las formas literarias y creo que en este campo Rayuela merecería no sé cuántas reediciones y que la gente lo volviera a leer. Es cierto que hay digamos detalles circunstanciales en Rayuela que para un nuevo lector a lo mejor no funcionarían. Cuando hablaba del ambiente francés de la primera parte de Rayuela, hay muchas indicaciones que, para mí no, pero para gente de generaciones posteriores han perdido su sentido. Pienso, por ejemplo, en las alusiones que hay en la primera parte de Rayuela a la guerra de Argelia, a la guerra de liberación colonial de Argelia, hay varias alusiones, no sé ahora lo que puede representar. Después viene lo de Vietnam. Hay algunas cositas. Bueno, supongo también que la topografía de París habrá cambiado mucho en los barrios que frecuentaba Oliveira, cosas por el estilo. Pero, en general, el planteamiento filosófico, como decía Paco, por lo menos vital, el planteamiento vital de Rayuela sigue completamente vigente. Es cierto que tengo cierta edad, a lo mejor no evoluciono demasiado rápido, etc., pero estoy convencido de esto.

Nieves Vázquez:
Bueno, sigue habiendo generaciones, nuevas generaciones que se incorporan a Rayuela, no es cuestión de edad.

Jean Andreu:
Yo he escuchado voces que dicen que “Rayuela, sí, está bien, históricamente marca una etapa, bueno ahora estamos en otra cosa...”, no creo, no creo.

Mario Muchnik:
Además es que muchos de los que hacen esta pregunta, es verdad, a mí también me la han hecho justamente ahora, eso de los aniversarios, muchos de los que te hacen esa pregunta te la hacen en función de lo que suponen son las ventas. Pero ahora resulta que Rayuela llegará un día en que venderá a lo mejor un ejemplar por año y seguirá siendo Rayuela, como, yo qué sé, la Ilíada, ¿cuántas se venderán de Ilíadas por año hoy día? En España pocas, pocas Ilíadas, pero de la Ilíada, quién va a dudar. Es decir que hay una confusión que se ha instalado en algunas cabecitas que confunden la importancia, la trascendencia de un libro con la liquidación de ventas, lo cual me parece una cosa un poco absurda. A mí me da igual que Rayuela hoy se venda por millones o por cientos de miles o por decenas de miles, me da exactamente igual, lo que yo sostengo es que véndase lo que se venda no ha cambiado desde el primer día, bueno, desde el primer día no, pero desde que nos dimos cuenta de lo que es Rayuela, no ha cambiado su importancia dentro de la literatura y eso yo creo que es definitivo.

Jean Andreu:
Yo quisiera decir, en esto de las generaciones, que estoy hablando de los escritores y de los escritores que se doblegan a las modas. Naturalmente la moda es la rapidez... Bueno, es cierto que Rayuela, el libro de Rayuela es una lectura que se merece, no quiero decir que es difícil, se merece, porque el libro son quinientas páginas, el hábito de leer hay que tenerlo.

Francisco Porrúa:
Es difícil porque es distinta, lo plantea ya Julio como distinto al proponerle al lector un nuevo modo de leer. Pero se trata de un juego intelectual, esa fragmentación del libro corresponde a la fragmentación también de los personajes, el nuevo modo de leer es el nuevo modo de entender también y lo que está presentando Julio son situaciones muy insólitas, no es la novela del siglo XIX donde un protagonista lucha contra las dificultades y se impone, etc., etc., etc. No, los personajes de Rayuela están completamente sumergidos en nuestro tiempo, son parte de nuestro tiempo y al ser parte de las emociones y de los anhelos del hombre son parte del tiempo eterno, de nuestro ahora y aquí. En ese sentido yo creo que es muy claro lo que dice Mario, que es un libro que se leerá siempre, pues procede de una perspectiva actual y universal. En ese entonces esa perspectiva parecía realmente la perspectiva que estaba en la calle, hoy es tan necesaria como antes. Lo que plantea Julio es el cuestionamiento de todas las cosas, de todas las políticas, de todos los pareceres, de todas las opiniones, de toda la literatura, de todas las costumbres y hábitos. Un cuestionamiento necesariamente útil y a veces indispensable. Así para nosotros Rayuela será siempre una obra fecunda, una obra que de algún modo está indicándonos un cambio de dirección. Porque, aun elementos que parecen transitorios, por ejemplo el jazz que aparece una y otra vez en Rayuela. El jazz es la música espontánea, que se crea en el momento, es lo que Horacio está buscando, algo que nazca en el momento y que sea auténtico a la vez.

Mario Muchnik:
Es verdad, es verdad. Por eso digo que será un libro que independientemente de que en un momento determinado haya un hombre o una mujer en el mundo que esté leyendo Rayuela, Rayuela estará.

Francisco Porrúa:
Eso es lo que quisiera haber dicho

Jean Andreu:
Sí, para mí Rayuela tiene todavía toda su vigencia. Voy a ir más lejos. Para mí cuando se publicó Rayuela en el sesenta y tres era un libro profético, me explico, para las nuevas generaciones. En Rayuela se plantean posturas, problemas, vivencias, no se proponen soluciones.

Francisco Porrúa:
No hay solución.

Jean Andreu:
Incluso no se sabe cómo termina.

Francisco Porrúa:
La solución es que no hay solución.

Jean Andreu:
Exacto. Imagínense ustedes que esta actitud pongamos moral de Cortázar que dice: “La vida es así, no hay solución” (esto no quiere decir que todo sea negativo, pero no hay solución), esto lo escribe en un momento en que en el mundo reina todo tipo de utopías, es decir, en un mundo en que nos proponen el paraíso o el bienestar. Las ideologías, sea conservadora liberal, sea marxista, en el sesenta y dos nos proponen una solución, si ustedes luchan o si ustedes se defienden contra el enemigo, llegaremos a un mundo mejor, donde todo estará bien, etc. Y en este momento preciso sale un señor que se llama Cortázar que dice: “Ustedes viven mal, pero yo no tengo ninguna solución que proponer”. Es decir, que es la situación, pienso yo, que estamos viviendo hoy día, hoy día en que nadie nos propone una solución; de un lado, al oeste, es una caricatura, y al este, mejor no me meto. Es en ese sentido en que digo que Rayuela era un libro profético y hoy es un libro actual.

Nieves Vázquez:
Creo que también habría que señalar el tejido poético que está en la narración. Rayuela está escrito casi como un poema que te atrapa. “¿Encontraría a la Maga...?”, ese ritmo, esa experimentación en el lenguaje, bueno, por su puesto en los temas, el tablón como metáfora del hombre suspendido en el vacío, pero en el vacío también de la experimentación formal. Yo creo que ese lenguaje te va atrapando desde el principio, que la base de Rayuela está en la poesía, además de en la narración por supuesto.

Francisco Porrúa:
Sí, sí.

Nieves Vázquez:
Y además creo que, bueno, supongo que Aurora Bernárdez esto lo sabe, se nota en la escritura de Rayuela un estado como de iluminación, de estar atrapado por una necesidad de escribir que se manifiesta sobre todo a través del impulso poético.

Mario Muchnik:
Sí, o como dicen por la televisión, efectivamente.

Francisco Porrúa:
Lo que decís me recuerda que Julio provocó muchos malos entendidos, mejor dicho, no entendió el que no quiso, cuando él habla de juego, continuamente. Y en una entrevista que le hicieron a Julio y a Saúl, Julio replica a propósito del juego: “El juego para mí es una cosa muy seria”. No se trata de un entretenimiento de billar, es algo fundamental, el juego es de algún modo la manera de presentarnos en el mundo, un modo de vivir, y yendo más allá o no yendo más allá, hay que recordar que el juego, entendido seriamente, como decía Julio, es un juego que llega al lenguaje, y el lenguaje también es un juego, y en Rayuela, que el libro es un juego, y las situaciones son un juego, por la contingencia de las situaciones, pero ese juego es a vida o muerte, no es un juego para ganar un poco de dinero, es un juego en el cual te precipitás a la nada o te quedás en una superficie completamente falsa, este juego es realmente un juego de destino. Y lo literario nace también en Rayuela de ese mismo juego, es en este sentido un magistral juego del lenguaje en el cual Julio hace con el lector lo que quiere, muestra lo que él quiere mostrar aunque el lector se resista. Eso es curioso, sí.

Mario Muchnik:
Así es.

Nieves Vázquez:
Y si el hombre suspendido en el tablón, esa situación un poco absurda, surrealista, es un metáfora de lo que somos, me decía Julio Silva, y él lo puede decir si quiere ahora, que para él Rayuela significa sobre todo el kibbutz del deseo, pero del deseo real, es decir, que para él – y yo creo que es verdad- Rayuela significaba un impacto porque también la búsqueda amorosa está representada de una manera completamente impactante para los lectores de esa época. Hasta tal punto que él pensaba que quizá en la portada hubiera sido muy significativo poner un lecho como símbolo, igual que el tablón, de esa búsqueda donde el amor juega un papel fundamental.

De "Volver a Cortázar". Libro que recoge las actas del Congreso "20 años sin Julio Cortázar", celebrado en la Universidad de Cádiz en marzo del año 2004. Coordinado por Nieves Vázquez y editado por el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz. Cádiz, 2007.