Se diría que los escritores del continente sienten que trabajan con un instrumento prestado y al que muchas veces encaran como ajeno. Y algo de eso hay, según los casos; más entre novelistas que entre poetas. (…) Hay una sensación que parece indesarraigable del hombre culto americano: la de que habla, aplica, se manifiesta, existe, en un lenguaje que no ha inventado y que, por lo mismo, no le pertenece íntegramente. (…) El hombre culto sabe de la existencia de España, de la literatura española, sabe sobre todo de la existencia de la Real Academia, conoce desde la escuela la imposición de las normas de prosodia y sintaxis determinadas, en última instancia, por esa Real Academia, y a la vez tiene clara conciencia de que él es, idiomáticamente, un ser híbrido: tiene una expresión propia, íntima, familiar –la de la infancia, la del amor, la de la amistad–, que es distinta, a veces mucho, de la expresión pública –del aula, del tratamiento ceremonioso, de la escritura, del periódico–. Desde luego que toda lengua acepta distintos grados de intimidad y complicidad, y en todas ellas hay un gradual pasaje de lo socializado a lo privado, pero en el caso concreto del hombre culto americano, hispanoparlante, tenemos dos personalidades idiomáticas simultáneas y no siempre armónicas. (…) Escollos que se traducen así: o utilizar un idioma escrito o utilizar un habla. Y este planteo dicotómico, cuando es llevado a su extremación mayor, se transforma en este otro: utilizar un ajeno lenguaje académico o utilizar una jerga popular provinciana. (…) Los últimos años han acusado hasta la caricatura esta posición cultista de devoción por la letra escrita, por el diccionario de la Academia.
(…) Es evidente que empedrar el lenguaje de los personajes novelescos con palabras típicas no ha resuelto el problema básico de la composición de personajes. Y que, al contrario, ha tendido a desvanecerlos en el pintoresquismo, transformándolos en islas idiomáticas, no en seres humanos reales. (…) Las novelas de este regionalismo establecían un curioso escalón entre el personaje que hablaba en un particular galimatías criollista, y el autor, quien se situaba por encima de sus criaturas y al describir, al comentar, al narrar, hablaba desde su cátedra más o menos purista. En los hechos asistíamos a una intensificación del diosecillo escritor. (…) El gran salto que, en materia lingüística, en esta línea de la utilización del habla espontánea y popular, se ha producido –y que corresponde ya a nuestro tiempo– es aquel por el cual el escritor ha ingresado al mismo lenguaje de sus personajes. Los ha asumido y desde ellos habla.
(…) En un memorable artículo, Cortázar se burló de la seriedad, la compostura y la solemnidad con que los escritores argentinos se ponían corbata cuando escribían.
Ángel Rama. “Diez problemas para el novelista latinoamericano” (Casa de las Américas, 26, La Habana, oct-nov 1964) y “Los contestatarios del poder” (Prólogo a Novísimos narradores hispanoamericanos en marcha, Marcha Editores, México, 1981). Extraídos de “Ángel Rama. Crítica literaria y utopía en América Latina”. Editorial Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia, 2005.
2 comentarios:
Para mí, Rayuela es como hacer el amor. La primera vez que lo haces, tal vez sea una mala experiencia o simplemente termina demasiado pronto o es una chapuza. Es entonces cuando empiezas a conocer a la chica y al hacer el amor de nuevo, todo ha cambiado, y es mejor. Es un libro que me ha enamorado, aunque también hay que tener cuidado con él, ya que puede destruir las lecturas que puedan venir a continuación.
Me di una vuelta por tu blog, absolutamente perfecto! Me daré una vuelta por aquí de vez en cuando y gracias por pasar por Rick's.
Un saludo.
Gracias, Richard. Vengo de Rick's de tomar un café extraordinario, mirando unas fotos de Paris en las que me reconozco. Nos seguimos leyendo.
Saludos.
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