Los pescadores de esponjas

La memoria es loca, lo tengo muy estudiado; a veces es también idiota, pero la locura por suerte puede más y en todo caso provoca conductas desordenadamente extravagantes del pensamiento y sus productos escritos. José de la Colina demuestra que en los míos falta una lógica, esperable y elemental referencia a Ramón Gómez de la Serna. (…) La relojería de la memoria no me trajo jamás el nombre de Ramón mientras escribía Rayuela y mientras tantas sombras queridas iban y venían por La vuelta al día en ochenta mundos y por Último Round; tal vez lo más penoso frente al reproche que ahora se me hace es la certidumbre interna pero indemostrable de que sí, de que Ramón estaba y está ahí, por la sencilla razón de que no podía y no puede no estar; por amor, por admiración, por enseñanza, Ramón estaba y está.

(…) Cuando Ramón llegó a Buenos Aires yo conocía una parte de su obra y de su leyenda, los amigos nos tirábamos greguerías a la cara en los cafés y en los vagabundeos nocturnos. En esa época leí Gustavo el Incongruente, y el episodio de los pisapapeles en la playa me obsesionó visualmente largo tiempo. Ismos me ayudó a comprender mucho de lo que mis amigos pintores y poetas tendían a convertir en un mazacote sin abuela, y también los retratos contemporáneos.

(…) Para un escritor sin complejos de inferioridad siempre es bueno que la crítica le señale influencias, y especialmente cuando las influencias están a la altura de un Ramón Gómez de la Serna. Yo en eso de las influencias soy de una considerable ceguera, por la sencilla razón de que nunca les he tenido miedo y por lo tanto no me las planteo jamás como problema. Escribo como me viene, a veces en estado casi mediúmnico, y a veces porque me gusta ver cómo salen nadando en el papel los pescaditos de las palabras. Un día, gracias a una tesis o un artículo, me entero de que Edgar Allan Poe o Franz Kafka (nunca he creído en la influencia de Kafka pero hay que hacerles caso a los hombres sabios) o John Keats (de veras, me lo han probado) o Ramón… Esta última es una buena noticia para mí, pues estar influido por Ramón es mucho más que la influencia en sí, abre una inmensa pantalla porosa por la que se mete una gran poesía, una aprehensión lúdica del mundo, un animismo de la palabra por así decirlo, y sobre todo una gran ternura por la vida y sus criaturas.

Cuando José de la Colina cita pasajes de Ramón y míos en los que ambos nos adaptamos (cito a Ramón) “al punto de vista de la esponja… la visión varia, neutralizada, sin predilecciones, multiplicada”, no sabe hasta qué punto me hace feliz. Mi pasaje correspondiente habla de participar lo más posible (me cito) “de esa respiración de la esponja en la que continuamente entran y salen peces del recuerdo, alianzas fulminantes de tiempos y estados y materias que la seriedad, esa señora demasiado escuchada, consideraría inconciliables”. Oh, Ramón, qué alegría descubrir que los dos éramos pescadores de esponjas, que bajamos juntos a buscarlas y a ser como ellas en nuestra vivencia de las cosas y su paso a la escritura. Por supuesto no me acuerdo de tu texto espongiario, pero es bien posible que lo haya leído allá en los años cuarenta y que un día haya puesto la mano sobre esa esponja que tú, mejor buzo que yo, habrías entrevisto primero entre las rocas del fondo.

(…) Seguimos respirando el aire de Ramón, su lección inigualada de libertad y de imaginación, su búsqueda de diagonales cuadriculadas en las vías demasiado cuadriculadas de la realidad aparente. Yo le debo a Ramón conocimientos y líneas de fuga (…) Cuando se ha vivido en la intimidad de un agitador semejante, nada de lo que se escriba podrá situarse al margen de esa gran ventana sobre la libertad mental.

Julio Cortázar, 1977. “Los pescadores de esponjas” fue publicado en Clarín, Buenos Aires, 26 de octubre de 1978, en respuesta al artículo de José de la Colina “El caso Ramón Gómez de la Serna” publicado en Vuelta, México, 8 de julio de 1977. Puede leerse el texto completo en Obra Crítica. Volumen VI de las Obras Completas. Galaxia Gutemberg. Círculo de Lectores. Barcelona, 2006.


“Bien hace Ramón, al prologar este libro, en recordarnos que es “un primer grito de evasión en la literatura novelesca al uso”. Escrito en 1922, El incongruente conserva con redonda juventud sus valores de creación pura, de demiurgia jubilosa y sin fronteras, en un clima que el surrealismo llenaría pronto de consignas y duros espejos. Esta indefinible novela, donde capítulos cerrados y abiertos a la vez como caracoles participan del cuento, el poema y la biografía, admite ser leída en cualquier punto de su transcurso, no termina jamás y está empezando a cada página, saltando de un mundo a otro mundo, de un tiempo a otro tiempo, mientras el liviano y algo triste Gustavo –dolido de incongruencia mágica– confunde cuadros con espejos (y sospecha espejos en los cuadros), descubre playas llenas de pisapapeles y mujeres enamoradas, y vive una vida de involuntario poeta para quien la poesía irrumpe en las cosas antes que en los versos.”

Julio Cortázar. "El incongruente, por Ramón Gómez de la Serna", Cabalgata, año II, número 13, noviembre de 1947.

1 comentario:

Armorius dijo...

Sobre paralelismos entre Ramón y Julio: “La vuelta a la novela de dos hombres perdidos”. Sonia Remiro Fondevilla. Boletín Ramón, nº 12, 2006, pp.20-32, que puede encontrarse acá: http://www.ramongomezdelaserna.net/BR12-PDF.pdf