Alejo Carpentier. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo

(…) Con la búsqueda o utilización de nuevas técnicas narrativas, tienden los novelistas a diferenciarse entre sí.

Entre las novelas de tipo “nativista”, había siempre un cierto “aire de familia” en cuanto a la manera de narrar, de llevar los diálogos, etcétera. Ahora, cada novelista de ese periodo concibe el mecanismo narrativo de manera peculiar.

Hay autonomía narrativa, sin interpretaciones, en autores como Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, García Márquez, Roa Bastos y yo.

No podría decirse que hay, entre nosotros, el peculiar “aire de familia” que se observa entre los novelistas de la generación anterior.

Búsqueda de un idioma que, sin ser estrictamente tipicista, acepta los giros latinoamericanos por lo que tiene a menudo de elípticos, metafóricos, plásticos, o, sencillamente, porque su conocimiento se ha generalizado a través de todo el continente.

Por lo tanto: aceptación de giros sintácticos y de modismos esencialmente latinoamericanos. Forja de un nuevo idioma, sin rechazar aquellos vocablos, tomados de otros idiomas, que se nos han colado en el habla cotidiana por acción de la técnica.

Contaminación inevitable del idioma castellano por la acción de la técnica. Ninguna necesidad sentimos aún de “dinamitar el idioma”, como quiere Samuel Beckett y alguna vez logró Raymond Queneau en francés, por la sencilla razón de que, habiendo emancipado el idioma de la tutela del castellano tradicional (a lo Pereda o Galdós), estamos forjando el español de América.

En esta etapa se realiza un fenómeno nuevo en la cultura, las letras, y las artes de América Latina: la expansión internacional del arte latinoamericano, y la penetración del artista y del escritor latinoamericanos en centros de la cultura donde, hasta mediados de este siglo, sus manifestaciones disfrutaban de una mediana o muy escasa atención. (…) Y esto ha sido posible gracias a una evolución del novelista de América Latina hacia la adquisición de una cultura cada vez más vasta, más ecuménica, más enciclopédica, por decirlo todo, que ha brotado de lo local para alcanzar lo universal (…) Y yo diría que esa facultad de pensar inmediatamente en otra cosa cuando se mira una cosa determinada, es la facultad mayor que puede conferirnos una cultura verdadera.

(…)

No veo más camino para el novelista nuestro en este umbral del siglo XXI que aceptar la muy honrosa condición de cronista mayor, Cronista de Indias, de nuestro mundo sometido a trascendentes mutaciones, cuyos signos anunciadores aparecen ya en muchos lugares del mapa.

Pero, para cumplir esa función de nuevo Cronista de Indias, nuestro novelista deberá admitir (…) tres elementos inseparables de la vida actual (…): El melodrama, el maniqueísmo, el compromiso político. (…)

¿Cómo (…) va el novelista actual a sustraerse al hábito del melodrama que lo envuelve? ¿Temor a lo excesivo, a lo sangriento, a lo tremebundo? Todo está en el modo de tratar los temas. (…) La realidad es que algunos de los escritores que más admiramos, jamás tuvieron miedo al melodrama. (…) No busquemos deliberadamente el melodrama, pero no lo esquivemos tampoco. América Latina está llena de trágicos melodramas cotidianos.

En cuanto al maniqueísmo (…) nuestro críticos usan a menudo el término de “maniqueísmo” de modo enteramente erróneo, puesto que el maniqueísmo, en función de la doctrina misma de Manés o Mani, puede enfocarse de dos maneras. 1) De modo general. El mundo es el teatro de una perpetua lucha entre el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, Ormuzd y Archiman (…); 2) Hay un maniqueísmo, de lucha individual, entre el Bien y el Mal situado dentro del hombre –lo que hace que el “personaje maniqueo” no sea el personaje tallado de una sola pieza (…) sino el personaje complejo, alternativamente dominado por pasiones contradictorias (…).

Reconozco que la elección entre causas justas y causas injustas se hace sumamente difícil en un continente capaz de ofrecer tan múltiples y distintas opciones como Europa. Pero en América Latina, la elección se vuelve sumamente fácil. (…) Me dirán que una toma de posición ante tales realidades implica un compromiso político por parte del novelista. Es evidente que sí. (…) Hablar, en América Latina, de la neutralidad de la cultura es un absurdo.

Pero existe, para ciertos críticos literarios, el concepto de que el compromiso político pone en peligro la calidad de la obra literaria o artística. Lo cual es absolutamente falso. El juicio es válido si la novela “comprometida” ofrecida al lector es novela de arenga, púlpito, tribuna y moraleja. Pero nos basta echar un vistazo a la literatura y a las artes del mundo entero para ver que, precisamente, algunas de las obras maestras que más nos enorgullecen han sido inspiradas por la pasión política.

(…) El novelista latinoamericano, en este nuevo fin de siglo, será un novelista políticamente comprometido por la fuerza de las circunstancias.

(…) ¿Para quién escribe usted? –suelen preguntar periódicamente al escritor europeo, a tenor de encuesta, ciertos periódicos literarios de Europa. Y el escritor de Europa designa, en respuesta, al sector del público que él mismo ha elegido para recibir su obra.

La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo. Conferencia en la Universidad de Yale, 1979. En "Alejo Carpentier. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Siglo XXI, México, 1981."

No hay comentarios: